RITO
Carlos Ávila Pizzuto
La gran sacerdotisa invoca los sagrados poderes de su naturaleza.
Los gigantes avanzan despacio, al centro
donde, caliente y viva, arde la hoguera ritual.
La buscadora se adentra al bosque de su espesa soledad.
Los danzantes imitan a las aves, volar
rodean y traspasan un mundo translucido.
Un mundo permeable que hombres y mujeres en paz comparten.
Encuentros, desencuentros
centramientos y excentricidades.
Un ir y venir para volver al centro que nos quema.
Fuego que vuelve nuevo lo viejo.
La sacerdotisa ora.
La buscadora busca.
La danzante baila.
El gigante arde.
Se oye muy adentro la música del silencio
y ¿La música del amor?
El amor vibra como un susurro.
La curandera cura.
La cantante canta.
El enfermo sana.
El fuego arde y se agita con rabia
Rabiosa como tormenta incandescente.
La madre tierra recicla la ofrenda y generosa regala su frutos.
El peligroso bosque se volvió hogar del solitario.
La tierra es tumba de quien deja de luchar
y se deja, en paz, ser semilla del por-venir.
El futuro avanza seguro por el canal de parto y germina lento en busca del sol.
La vida y la muerte danzan su milenaria danza sagrada
un co-versar en la que una no es sin la otra.
El corazón marca el ritmo.
La buscadora busca.
El fénix renace.
La hoguera se extingue.
Los guerreros, en soledad, hacen balance de sus conquistas
y de si el costo con sangre pagado, las justifica.
La vida sigue y la muerte la acompaña.
Carlos Ávila Pizzuto
(Y el movimiento del grupe)
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