Desde la orilla escucho y veo como las palas y picos arrancan a la
tierra su piel para dejar un hoyo donde yo pueda caber.
“Dios
te salve María…” –Lloran las plañideras.
El hoyo crece y lágrimas corren por mi
rostro. No hay escape, entraré ahí y los insectos empezarán a comerme y de mí
ya no quedará nada más que polvo. ¡Que cosa más triste! No poder seguir
viviendo. Caeré ahí, caerán sobre mí
algunas ofrendas, no creo poder gozarlas…
La procesión desde la capilla hasta el
lugar que elegí para “el descanso eterno” pareció más larga de lo que fue ¿Sigo
sin querer llegar? ¿Sigo queriendo negarme a ver mi fin aún ahora? No sé, pero
no lucho. ¿Por qué habría de luchar? Siempre supe que el regalo de la vida tiene fecha de caducidad.
No hay plazo que no se cumpla. El hoyo está
terminado y voy a entrar desde la orilla hasta al fondo.
Estoy en el hoyo. Escucho la tierra caer
sobre mi cuerpo. Poco a poco voy quedando cubierto… Si tuviera un corazón que latiera
latiría a gran velocidad… Tanta soledad que ya no siento.
“Padre
nuestro que estás en el cielo…” – Canta el cura… ¡No! ¡Gritan las lloronas como si lo sintieran”… ¡Adiós mi cielo! – Suspira
mi amor… “¿Para qué regalara flores la
vida si después en soledad me las destila?” – Canta el coro…
Fue tan bello poder despedirme de quien
ame. Me gustó tanto poder decir gracias por la belleza que le dio a mi vida el
amor, el encuentro, el compromiso y la alegría. Es verdad que uno recapitula
justo antes de morir. Es tan triste perder la vida pero no sé cómo podría
soportarlo si no la hubiera vivido tan bellamente… toda esta tristeza, está
plagada de gratitud.
El hoyo está tapado, sólo se escucha el silencio, sólo se ve la
oscuridad, solo, se siente la nada, ya no se piensa en nada ni en nadie. Ya no
hay tristeza, ya no hay culpa, ya no hay miedo, ya no extraño… Ya no vivo… Viví
bien y morí en el momento justo. Queda lo que toqué y algún día tampoco eso
quedará. Gracias Dios por no permitirme estar dónde mi cuerpo se vuelve polvo…
Gracias Dios por permitirme recapitular. Gracias Dios por recordarme que mi
destino es el polvo. Gracias a mí por haber bebido la vida mientras ella estuvo
ahí para ser bebida.
“Polvo
eres y en polvo te convertirás…” Escuchaba el niño que fui cada miércoles de
ceniza. ¡Que fortuna tuvo este montón de
polvo de haber visto el universo desde los ojos de la vida! - Dije
entre llanto y miedo a mi familia justo
después de recapitular. “¿Qué le pasa
mamá? ¿Qué le pasa? Fue lo último que oí en vida.
He dejado la orilla y ahora me vuelvo todo y ahora soy, al fin, nada.
CARLOS ÁVILA PIZZUTO
(R) 2012-42312282700-01
DE LOS LINMITES DEL CARACTER A LAS
PERSONALIDADES, ORIENTACION
EXISTENCIALISTA
AVILA PIZZUTO CARLOS M.C. 24-04-2012
FCO./RIGO OSFAE/S.L.P.
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