Yo aprendí muy joven que el deseo por el cuerpo de una mujer era una debilidad masculina que tendría que controlar. Incluso llegué a considerar que estaba prohibido, para mí, el derecho a desear una mujer y que debía mostrarme resistente ante la seducción que alguna pudiera tratar de ejercer sobre mí. Desde las 10 años hasta mucho después negué una y otra vez mi interés por el sexo y el amor con mujeres. Pretendía con esto, creo, demostrar que yo estaba por encima de los machos de la especie humana que perdían la cabeza por las hembras. Recuerdo negar rotundamente las invitaciones de las chicas de juntarme con ellas en reuniones de la escuela. Era para mi una vergüenza que pudieran notar que moría de ganas de estar cerca de ellas, de sentir su piel, de jugar juegos sexuales como la botella o semana inglesa. Pensaba que si decía que: "es me daba flojera", sería mejor visto por los adultos, aunque evidentemente no era así. Pronto, fui criticado por mis c...
Cuentos, reflexiones y demás