Yo aprendí muy joven que el deseo por el cuerpo de una mujer era una debilidad masculina que tendría que controlar. Incluso llegué a considerar que estaba prohibido, para mí, el derecho a desear una mujer y que debía mostrarme resistente ante la seducción que alguna pudiera tratar de ejercer sobre mí. Desde las 10 años hasta mucho después negué una y otra vez mi interés por el sexo y el amor con mujeres. Pretendía con esto, creo, demostrar que yo estaba por encima de los machos de la especie humana que perdían la cabeza por las hembras.
Recuerdo negar rotundamente las invitaciones de las chicas de juntarme con ellas en reuniones de la escuela. Era para mi una vergüenza que pudieran notar que moría de ganas de estar cerca de ellas, de sentir su piel, de jugar juegos sexuales como la botella o semana inglesa. Pensaba que si decía que: "es me daba flojera", sería mejor visto por los adultos, aunque evidentemente no era así. Pronto, fui criticado por mis compañeros y mi familia, era claro que ellos querían que fuera más macho, pero... ¿No había ya entendido ya que eso es una debilidad?, ¿cómo podía ser un hombre evolucionado y sensible y un macho a la vez?
Mi vida en relación al sexo puesto se partió en dos, quizá en más pedazos... En secreto, añoraba ser violado por una mujer, así podría resolver mi deseo y mi terror a ser un macho. Pasaba los días de la adolescencia excitado y negando mi excitación, fantaseando y elaborando un discurso asexual. Parecía que yo debía aspirar al celibato pero además había quien siempre hablada de los lindos hijos que yo iba a tener... ¿Cómo iba a ser eso?, ¿sexo sin deseo?, ¿puro interés de procreación?
Las revistas y películas pornográficas las vi como si me hubieran obligado a verlas, sin que yo quisiera, fingiendo que no me interesaban, actuando como que no me excitaban, recurriendo a la vieja estrategia de "ojala me violen", yo me explicaba que eran mis amigos quienes me hacían ver esas cosas, no era yo eligiéndolo. Tomé, con respecto a mi sexualidad un papel de total dependencia. Mi vida erótica era fundamentalmente e intensamente imaginaria y mi vida social era intensamente célibe. Eso me ha marcado mucho.
Mis primeros 20 años de vida tuvieron más de imaginarios que de reales y en ese tiempo volví a la mujer imaginaria una violadora, una perversa que me quitaría la virtud, una propietaria de un cuerpo seductor, peligroso y prohibido. La mujer imaginaría sería fatal, insensible, abusadora, fría y dominante. Yo sería su victima, su objeto, nunca su compañero. esa mujer sería una que cargaría con la culpa de mi suciedad, de mi falta de pureza. Yo sería su sacrificio nunca su amante.
Mis siguientes años han sido un proceso de tratar de exorcizar esa mujer imaginaria de las mujeres que conozco, ha sido un esfuerzo por ver en ellas seres humanos y no violadoras en potencia, ver en ellas compañeras de la vida y no deseos secretos y prohibidos.
Mi vida de pareja no está siempre libre de mis imágenes, a veces culpo a mi esposa de la vida que tengo siguiendo esa papel pasivo y dependiente, a veces me acosan imágenes "prohibidas" con las que lucho para seguir pareciendo un esposo con apariencia de célibe. A veces, añoro vengarme de esas mujeres imaginarias haciéndolas pagar su abusos inexistentes, o ¿Será que es porque fueron inexistentes que me quiero vengar?
Mi relación con la mujer imaginaria es muy violenta aunque me esfuerzo y cuido tener una relación amoroso y respetuosa con la mujer real. No siempre puedo, a veces las confundo.
A veces pienso que mi liberación sería encontrar la mujer violadora y vengarme de ella rompiéndole el corazón y el alma. Pero ella no existe. ¿Cómo escapar a mis demonios libidinosos?, ¿debo aprender a convivir con ellos?...
Tengo una esposa que se ha entregado a mi de una manera maravillosa, a veces no puedo creer merecerla, ella no tiene está mente libidinosa, ella parece más pura que yo ¿Cómo me acepta?, ¿no siempre me acepta? No quiero nunca lastimarla confundiendola con demonios inexistentes del pasado... Quiero desaparecer a la mujer malvada de mis fantasías, quiero volver a la mujer imaginaria una amiga y compañera de mi soledad adolescente y no una enemiga de mi integridad ¿Podré?
En mi vida he intentado liberarme de la mujer imaginaria masturbándome, insultándola, meditando, tomando responsabilidad por mi deseo, teniendo una bella vida sexual... Todo me dejado algo, todo me ha dado una vida muy rica, pero nada me ha sanado tanto como la apreciación de la belleza del cuerpo humano, que sin pretender ser puro, se muestra pleno y sin interés de seducción. Nada como contemplar a la mujer de verdad, para escapar a la virtual.
He descubierto que ver pinturas, esculturas, la danza, películas, obras de teatro o performance que muestran el cuero humano desnudo o evidente en su forma, me conmueven profundamente, tocan un lugar muy intimo de mi alma, es como tocar con la pureza del amor antes de haber pervertido el sexo. Mujeres y hombres de diferentes tallas, edades y colores mostrando verdad, mostrando su: así soy, no soy más ni menos, no pretendo que me desees, no pretendo que renuncies a tu pureza, no pretendo gustarte, sólo pretendo regalarte mi ser-el-aquí-ahora concentrado, unificado, congruente. La experiencia de ver el desnudo en el teatro, entregando lo que están siendo en la vulnerabilidad del juicio del que es testigo, me produce además profunda admiración, como en el Performance "Historia de mi Piel" de Niña Yhared, donde participó mi esposa, la artista compromete su piel y la muestra con un libro repleto de historias de abuso, de ternura, de amor, de miedo de lujuria y de dolor; para al final decir, esto soy yo, mi piel soy yo, conoce mi piel, conocerme... Pocas cosas me han movido tanto, pocas cosas me han enseñado tanto a amar la piel de la mujer, a no pensarla como la del peligro de destrucción, sino verla como la de compañera de camino.
Conocer a la mujer es liberarme de la madre, de la puta, de la dominadora, de la destructora y de la esposa para estar con la amiga y la amante que viven y laten al ritmo de la vida como yo y como todos.
Yo siento deseo, yo he aprendido a manejar mi deseo, no lo lamento, me ayuda y me ayuda más saber que mi deseo es mio, que no puede ser castrado por el deber ser, pero que sí necesita ir compartiendo y a veces dejando su lugar al amor, al ser vivo y no al imaginario. Yo tengo una mente llena de imágenes, no lo lamento, me han servido, me acompañaron en la juventud y me quieren consolar cuando toco con mi soledad. Son mías, yo las inventé, no son mujeres malvadas, son mis ganas y mi miedo juntos.
La belleza del cuerpo humano no es suciedad, no es prohibición, no es riesgo de volverme un animal, es el camino a la reconciliación conmigo, contigo, con la vida humana que me resulta mucho más bella que cualquier cosa en la naturaleza. Es belleza que transforma, que sana y me llena de amor.
Gracias a mi esposa, mujer y artista por ayudarme a conocerla y a amarla y gracias a los demás artistas por enseñarme que la belleza humana no tiene igual.
Está nota tiene mucha relación con la de El Paranoico que Todos Llevamos Dentro
Carlos Ávila Pizzuto
#HablandoPaz
Cuerpo Bello
Recuerdo negar rotundamente las invitaciones de las chicas de juntarme con ellas en reuniones de la escuela. Era para mi una vergüenza que pudieran notar que moría de ganas de estar cerca de ellas, de sentir su piel, de jugar juegos sexuales como la botella o semana inglesa. Pensaba que si decía que: "es me daba flojera", sería mejor visto por los adultos, aunque evidentemente no era así. Pronto, fui criticado por mis compañeros y mi familia, era claro que ellos querían que fuera más macho, pero... ¿No había ya entendido ya que eso es una debilidad?, ¿cómo podía ser un hombre evolucionado y sensible y un macho a la vez?
Mi vida en relación al sexo puesto se partió en dos, quizá en más pedazos... En secreto, añoraba ser violado por una mujer, así podría resolver mi deseo y mi terror a ser un macho. Pasaba los días de la adolescencia excitado y negando mi excitación, fantaseando y elaborando un discurso asexual. Parecía que yo debía aspirar al celibato pero además había quien siempre hablada de los lindos hijos que yo iba a tener... ¿Cómo iba a ser eso?, ¿sexo sin deseo?, ¿puro interés de procreación?
Las revistas y películas pornográficas las vi como si me hubieran obligado a verlas, sin que yo quisiera, fingiendo que no me interesaban, actuando como que no me excitaban, recurriendo a la vieja estrategia de "ojala me violen", yo me explicaba que eran mis amigos quienes me hacían ver esas cosas, no era yo eligiéndolo. Tomé, con respecto a mi sexualidad un papel de total dependencia. Mi vida erótica era fundamentalmente e intensamente imaginaria y mi vida social era intensamente célibe. Eso me ha marcado mucho.
Mis primeros 20 años de vida tuvieron más de imaginarios que de reales y en ese tiempo volví a la mujer imaginaria una violadora, una perversa que me quitaría la virtud, una propietaria de un cuerpo seductor, peligroso y prohibido. La mujer imaginaría sería fatal, insensible, abusadora, fría y dominante. Yo sería su victima, su objeto, nunca su compañero. esa mujer sería una que cargaría con la culpa de mi suciedad, de mi falta de pureza. Yo sería su sacrificio nunca su amante.
Mis siguientes años han sido un proceso de tratar de exorcizar esa mujer imaginaria de las mujeres que conozco, ha sido un esfuerzo por ver en ellas seres humanos y no violadoras en potencia, ver en ellas compañeras de la vida y no deseos secretos y prohibidos.
Mi vida de pareja no está siempre libre de mis imágenes, a veces culpo a mi esposa de la vida que tengo siguiendo esa papel pasivo y dependiente, a veces me acosan imágenes "prohibidas" con las que lucho para seguir pareciendo un esposo con apariencia de célibe. A veces, añoro vengarme de esas mujeres imaginarias haciéndolas pagar su abusos inexistentes, o ¿Será que es porque fueron inexistentes que me quiero vengar?
Mi relación con la mujer imaginaria es muy violenta aunque me esfuerzo y cuido tener una relación amoroso y respetuosa con la mujer real. No siempre puedo, a veces las confundo.
A veces pienso que mi liberación sería encontrar la mujer violadora y vengarme de ella rompiéndole el corazón y el alma. Pero ella no existe. ¿Cómo escapar a mis demonios libidinosos?, ¿debo aprender a convivir con ellos?...
Tengo una esposa que se ha entregado a mi de una manera maravillosa, a veces no puedo creer merecerla, ella no tiene está mente libidinosa, ella parece más pura que yo ¿Cómo me acepta?, ¿no siempre me acepta? No quiero nunca lastimarla confundiendola con demonios inexistentes del pasado... Quiero desaparecer a la mujer malvada de mis fantasías, quiero volver a la mujer imaginaria una amiga y compañera de mi soledad adolescente y no una enemiga de mi integridad ¿Podré?
En mi vida he intentado liberarme de la mujer imaginaria masturbándome, insultándola, meditando, tomando responsabilidad por mi deseo, teniendo una bella vida sexual... Todo me dejado algo, todo me ha dado una vida muy rica, pero nada me ha sanado tanto como la apreciación de la belleza del cuerpo humano, que sin pretender ser puro, se muestra pleno y sin interés de seducción. Nada como contemplar a la mujer de verdad, para escapar a la virtual.
He descubierto que ver pinturas, esculturas, la danza, películas, obras de teatro o performance que muestran el cuero humano desnudo o evidente en su forma, me conmueven profundamente, tocan un lugar muy intimo de mi alma, es como tocar con la pureza del amor antes de haber pervertido el sexo. Mujeres y hombres de diferentes tallas, edades y colores mostrando verdad, mostrando su: así soy, no soy más ni menos, no pretendo que me desees, no pretendo que renuncies a tu pureza, no pretendo gustarte, sólo pretendo regalarte mi ser-el-aquí-ahora concentrado, unificado, congruente. La experiencia de ver el desnudo en el teatro, entregando lo que están siendo en la vulnerabilidad del juicio del que es testigo, me produce además profunda admiración, como en el Performance "Historia de mi Piel" de Niña Yhared, donde participó mi esposa, la artista compromete su piel y la muestra con un libro repleto de historias de abuso, de ternura, de amor, de miedo de lujuria y de dolor; para al final decir, esto soy yo, mi piel soy yo, conoce mi piel, conocerme... Pocas cosas me han movido tanto, pocas cosas me han enseñado tanto a amar la piel de la mujer, a no pensarla como la del peligro de destrucción, sino verla como la de compañera de camino.
Conocer a la mujer es liberarme de la madre, de la puta, de la dominadora, de la destructora y de la esposa para estar con la amiga y la amante que viven y laten al ritmo de la vida como yo y como todos.
Yo siento deseo, yo he aprendido a manejar mi deseo, no lo lamento, me ayuda y me ayuda más saber que mi deseo es mio, que no puede ser castrado por el deber ser, pero que sí necesita ir compartiendo y a veces dejando su lugar al amor, al ser vivo y no al imaginario. Yo tengo una mente llena de imágenes, no lo lamento, me han servido, me acompañaron en la juventud y me quieren consolar cuando toco con mi soledad. Son mías, yo las inventé, no son mujeres malvadas, son mis ganas y mi miedo juntos.
La belleza del cuerpo humano no es suciedad, no es prohibición, no es riesgo de volverme un animal, es el camino a la reconciliación conmigo, contigo, con la vida humana que me resulta mucho más bella que cualquier cosa en la naturaleza. Es belleza que transforma, que sana y me llena de amor.
Gracias a mi esposa, mujer y artista por ayudarme a conocerla y a amarla y gracias a los demás artistas por enseñarme que la belleza humana no tiene igual.
Está nota tiene mucha relación con la de El Paranoico que Todos Llevamos Dentro
Carlos Ávila Pizzuto
#HablandoPaz
Cuerpo Bello
Comentarios