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MUERTE POR CUCARACHAS -CUENTO

MUERTE POR CUCARACHAS
Por
Carlos Ávila Pizzuto



    Quiero contarte paso a paso como fue que morí. Esto, claro está, si tú querido lector me lo permites.

    Mira, digamos que el paso uno fue llegar completamente borracho a la habitación de aquel hotel, he de ignorar los vergonzosos hechos que me llevaron a terminar allí por aquello de mantenerme en la practicidad, diré que esos fueron los pasos cero y menos uno que quedarán para ti como un misterio. Bueno, ya me desvié, la habitación no era tan fea, quizás algún inmigrante francés diseñó el hotel, debió tener su época de gloria, tampoco he de decir que estaba sucia, sólo he de decir que había, a la vista, cuatro cucarachas. ¡Vaya que le tenía mucho más miedo a las cucarachas que a la misma muerte! Temblando de borracho y de miedo sacudí las sabanas temiendo que algún bicho saliera volando al hacerlo, pero no fue así, la cama estaba libre de insectos. Salte en ella con zapatos y todo -no podría imaginar el ansiedad que sufriría si una de esas cositas caminara por mis pies descalzos.- Aún muerto me lleno de angustia al imaginarlo. Ya arriba de la cama me los saqué y los dejé caer al piso.

    Aquí entra el paso dos de mi proceso de muerte. No había agua en mi buró. El miedo me seca la boca, el alcohol me seca la boca, estaba mareado, asqueado, asustado y sediento a… iba a decir a muerte, es curioso la fácil que es usar esa palabra sin considerar sus implicaciones. En fin, tenía mucha sed, deseaba que la borrachera terminara tumbándome y quedara yo dormido hasta el amanecer cuando el miedo fuera más tolerable, no ocurría del todo, tenía momentos en que me desconectaba y empezaba a soñar con cucarachas caminando sobre mí y de inmediato abría los ojos buscando escapar de ellas y entonces las veía, muy reales, caminando tranquilas por las paredes y el techo ¡Las del techo son las peores! No puedo dejar de imaginarlas cayendo sobe mi boca mientras ronco y entonces ni el sueño sería un escape. Cada vez que parpadeaba veía antenitas y patitas rojas. ¡Era terrible! No podía seguir así, la sed era espantosa.

    Bueno, el paso tres que consistió en un grito. Supuse que en mi mismo piso del hotel, aunque podía ser en otro, las paredes no eran útiles para mantener los sonidos dentro (ni para cosas más importantes, como lo sabrán más adelante). ¡Yo pagué todo! -Gritaba el sujeto - ¡Ábreme, yo pagué todo!

     Los pasos menos dos y menos tres nunca los conocí porque no los caminé yo, los caminaron un sujeto que golpeaba una puerta y que luego supe se llama Andrés y que había pagado todo, un sujeto encerrado detrás de la puerta que quizás sea una mujer que no supo mostrar agradecimiento a Andrés por lo generoso de su cartera  y otro sujeto que a lo lejos gritaba: ¡Andrés cállate y vámonos!

    La sed era enorme, los gritos me sobresaltaron aún más, empecé a tener nauseas…

    Entonces vino el paso cuatro. Me agache a  buscar mis zapatos, los gritos seguían, subí ambos zapatos a la cama, revisé que no hubiera cucarachas dentro y que nadie suponga que eso fue sencillo, mi muerte fue muy desagradable. El paso quinto fue que escuché que se llevaban a Andrés en medio de un forcejeo.

   Los últimos pasos fueron dados por la muerte casi en forma simultánea. No sabría decir cual fue sexto y cual séptimo, lo que sé, es que ya con mis zapatos baje de la cama con precaución hacia el baño donde estaba el garrafón y sin querer pise mis pantalones y aplasté mi celular, el crujir espantó a las cucarachas y una maldita abrió sus alas ¡Sí! ¡Era de las que tienen alas! La prueba misma de que la naturaleza es cruel, una cucaracha alada, emprendió el vuelo con destino mi cara ¡Qué miedo! Eso, al mismo tiempo que Andrés se liberó de su amigo y fue a exigir agradecimiento por haber pagado todo. El paso menos cinco fue que Andrés había decidido, muchas horas antes, cargar un arma en su cinturón y el paso menos seis ocurrió años atrás cuando por una humedad habían remplazado una parte de la pared de mi habitación por tablaroca.

    Desde la escalera Andrés disparó contra la puerta que antes había golpeado y esa bala fue interceptada por mi cabeza ya que al tratar de esquivar al bicho, resbale y atravesé la pared que separaba mi cuarto del pasillo justo donde estaba la pobre reparación.

    En ese momento abandoné mi cuerpo y puede ver la cara de sorpresa de Andrés al percatarse del accidente y la de horror cuando vio salir volando a la cucaracha.


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