LOS ENEMIGOS
Carlos Ávila Pizzuto
Se rumora que él nació en invierno en un pueblo pequeño de nuestro
México. La gente cuenta que su nacimiento estuvo lleno de señales que indicaban
que sería una persona importante. Él creció labrando la tierra; viajó dos veces
a los Estados Unidos de ilegal y fue deportado dos veces; vendió productos de catálogo
y organizó reuniones entre sus vecinos; aprendió mecánica de su tío y ahí sí
pudo ahorrar algo de dinero; bebió demasiado; terminó el bachillerato sin saber
cómo; embarazó a una amiga y la llevó a abortar.
De todas esas cosas que hizo antes de cumplir dieciocho años, la última,
la del aborto, fue la que lo marcó más. No pensaba que fuera algo importante
abortar antes de hacerlo, pero una vez que se completó la misión, se sintió muy
vacío. No podía entender nada con claridad, su mente era simple, pero su sensibilidad
muy profunda y esa parte de su ser sabía que no estaba bien con lo que estaba
haciendo con su vida.
Una noche, mientras dormía, se presentó ante sí un ser de luz y le dijo,
palabras más, palabras menos, que él era un ser elegido por el amor y que su
rumbo iba perdido, le indicó que buscará su rumbo, pero no le dijo cómo ni
dónde.
Ese sueño no fue olvidado y lo comentó con sus amigos, con los que
acostumbraba beber y uno de ellos, le dijo que esas cosas del amor, de los
sueños y la búsqueda era lo que hacen los psicólogos, la prima de ese chavo era
psicóloga. Entonces él decidió que estudiaría
psicología para comprender su sueño y ese vacío que habitaba en su pecho.
El camino no fue fácil, no había mucho apoyo en su familia, pero era
determinado y entró a la facultad en una ciudad relativamente cercana.
Las clases no le daban muchas respuestas, muchas veces pensó que se
había equivocado, así que empezó a buscar entre grupos de alumnos algo que le
diera luz. Se unió a un grupo donde leían lecciones de un libro azul y hacían
ejercicios en relación con cada tema. Se enamoró de una compañera de ese grupo
y como ella estaba confundida con sus crisis existenciales, lo rechazó y él se
empezó a sentir peor de solo, de perdido, de vacío y extraviado.
Entró a otro grupo de personas que
leían a Lacan, no fue fácil entrar, era un grupo con personas de tez clara,
pero era persistente, entendió conceptos, su mente se empezó a despertar y a volver
compleja, pero no se reducía su malestar.
Entró a un grupo político, fue parte de la
sociedad de alumnos. En ese mundo mintió, recibió dinero que no era suyo, tuvo
relaciones con varias personas de distintos sexos, usó cocaína y visitó antros
nudistas. Comprendió cosas que no comprendía, pero no se sentía mejor.
Estuvo también en un grupo de religiosos algo
radicales y los encontró algo incongruentes. No supo qué podía haber de atractivo
en ese espacio donde se hablaba de amor y se discrimina tanto.
Terminó su carrera y en el camino hizo muchos amigos, amigos que eran
con frecuencia enemigos entre sí. Se volvió terapeuta y no le costó mucho
trabajo hacerse de clientela, muchas personas lo reconocían como alguien listo
y con habilidades.
En una sesión, una chica le contó que se había practicado un aborto
recientemente. Él empezó a temblar mientras la escuchaba, ella le dijo que su
novio la había tratado como un objeto, que había pasado por alto su miedo a una
intervención médica, que había dejado de ver que su relación con el feto era
doble: por un lado, era un obstáculo, un problema, un estorbo y por el otro le despertaba
ternura y curiosidad. El novio sólo veía la primera parte y aun cuando ella
quizá habría también decidido abortar, no estaba bien con que el hombre que
amaba simplemente dejara de un lado la segunda parte.
Al final de la sesión él se
sintió aliviado, temía que se notara su dolor, su miedo y su vergüenza frente a
su cliente y parecer poco profesional. Pero algo intenso había pasado, ella
hablaba de otro hombre, uno que era el enemigo de ella en esta historia y ese
enemigo representaba el papel que él desarrolló en su propia historia.
Él era el enemigo.
Tomó terapia, lloró por primera vez en años, se sentía incongruente. El
terapeuta le dijo, que muy seguido él mismo se descubría siendo el enemigo en
las historias de otros. Eso le gustó. Si sensibilidad para detectar historias
de enemigos se despertó.
En las redes sociales empezó a notar que
sus amigos y amigas tenían muchos enemigos: “Aquello que no están cuando se les
necesita”, “los infieles”, “los machos”, “los homosexuales”, “los neoliberales”,
“los políticos”, “los maestros”, “las madres”, “ los padres”, ”los hijos
ingratos”, “los comunistas”, “los ateos”, “esposos(as)”, “ las feministas”, “los animalistas”, “los campesinos”,
“los defensores de la familia natural”, “los que se quejan y no hacen nada”, “los
estudiantes”, “los religiosos”, “los jóvenes”, “los new age”, “los carnívoros”,
“los intolerantes”, ”los mata perros”, “los empresarios”, “los trabajadores”, “
los extranjeros”, “los malos”, “los criminales”, “los pederastas”, “las
personas arribistas”, “quienes escriben mal”, “los ignorantes que no leen”, “los
mexicanos y su forma de ser”, “los nacos”, “quienes usan lenguaje excluyente”,
los violentos”, “los dejados”, “las ‘superwoman’”, “quienes van a yoga”, “los
del Circo de los Horrores”, “el presidente”, “el Yunque”, “los ingenuos”, “los hípsters”,
“los policías”, “los psicólogos”, “los médicos”, “los diputados”, “los que usan
auto para distancias cortas” y otros más.
Todos somos el enemigo, se dijo al fin.
Recibió enemigos en terapia, los escuchó y supo de su dolor, de su
miedo, de su desilusión y de lo mucho que se han esforzado por dejar de ser
enemigos. Algunos eran enemigos por hacer justo las cosas que él ha hecho y
otros por hacer justo lo opuesto. Escuchar, comprender y amar enemigos fue
llenado de sentido su vida.
Se volvió amigo de los enemigos y eso lo volvió enemigo de muchos.
- ¿Cómo puedes comprender a esos? – le decían muchos.
- Porque esos son nosotros. - contestaba.
-Los psicólogos de vuelven locos
de tanto hablar con tantos locos.
Pasaron los años, escuchó, comprendió y dio paz a muchas personas. Con
él muchos ciegos-mentales aprendieron a ver, muchos enemigos se volvieron sus
propios amigos, muchos descansaron y muchos le agradecieron.
Eso fue suficiente, aun cuando muchos recomendaban no ir con él. Decían
que no era confiable, que no se había casado, que era raro, que defendía lo
indefendible, que es un peligro para un mundo que depende de tener claramente
identificados a los enemigos.
Lloró más, dudó, tuvo miedo, perdió el rumbo muchas veces y lo recupero otras tantas.
Lloró más, dudó, tuvo miedo, perdió el rumbo muchas veces y lo recupero otras tantas.
Un día simplemente murió, pero no solo, se fue acompañado de aquel ser
de luz que lo visitó aquella noche en un sueño, ambos se iban satisfechos.
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