EMPUJADA A LA SOLEDAD
(Fragmento de "Del Carácter a las Posibilidades un manual de orientación existencialista" (C) de Carlos Ávila Pizzuto CentroRe
La Fábula de Cater , surge en mí inspirada por un artículo de Carl
Rogers que desde la primera vez que lo leí me ha conmovido e invitado a revisar
mí trabajo y cuestionar el trabajo de otros orientadores o terapeutas, el artículo
se llama “Ellen West y la Soledad” (Ellen West and Loneliness). Rogers, plantea que la familia y los médicos que atendieron a Ellen,
una chica que hasta los 21 era sana, feliz y esperanzada, habían contribuido a
que ella se desintegrara y se suicidara a los 33 años. Este hecho tuvo lugar en los años 40’s del
siglo XX.
Rogers creía que el trabajo de LudwingBinswagner y de Eugene Bleuler había favorecido que Ellen West se separará de
ella misma y recrudeciera una lucha entre una parte que de sí misma que
anhelaba confiar en sus sentimientos y pensamientos y otra que había sembrado
su padre al explicarle y demostrarle que no podía confiar en sí misma. Rogers
decía que cuando todos la analizaban, como si fuera una cosa, le daban el
mensaje de que no sabía ella qué pasaba consigo misma y que era mejor confiar
en lo que otros decían y eso, que los otros le decían, estaba tan lejos de ser
lo que ella experimentaba como propio, que no pudo más con la división. La
escisión entre su experiencia y lo que otros le decían que era su experiencia
motivó una crisis de proporciones trágicas.
La crisis de Ellen empieza con una historia
de amor y con un mensaje que le da el padre: “No Ellen, eso no es amor…” Así lo
describe Rogers esquematizando lo que pudo haber sido la experiencia de Ellen en base al diario que ella misma escribió:
Pensé que
mis sentimientos querían decir que yo estaba enamorada. Sentí que al
comprometerme estaba haciendo algo positivo y significativo. No puedo guiarme
por mi experiencia. Actuar así sería actuar de forma equivocada, y me llevaría
a perder el amor de mi padre. (Rogers, Ellen West and Lonliness,
1961)
A los 24 años de Ellen,
los padres vuelven a pedirle que deje una relación, ella trata de defenderla
pero sede a la insistencia del mensaje
que dice que ella debe comprender que eso no es amor. Ella, ya para este
entonces duda fácilmente de si su amor es verdadero. A los 28 decide empezar
otra relación y trata de olvidar al hombre que “creía” haber amado. Sobre la
terminación de esa relación escribe Ellen
en su diario: “dejando una herida abierta”.
La nueva relación de pareja
es con alguien de quien no está enamorada y el estar extrañando al enamorado
anterior la va hundiendo en una profunda soledad de los otros y de ella misma.
A sugerencia de otros ella empieza
su caminar entre los psiquiatras, que le siguen ayudando a dudar de su
experiencia y la ven como una cosa. Vuelvo a citar a Rogers:
Después
vino la tragicómica discusión acerca de su diagnóstico, de lo que evidentemente
Ellen estaba enterada. Los doctores no estaban de acuerdo con qué tipo de cosa ella era: maniacodepresiva, obsesivo-compulsiva, un caso de melancolía;
susceptible o no al tratamiento. Llegó entonces la increíble decisión final: la
paciente es suicida, esquizofrénica y sin posibilidad de responder al
tratamiento; por lo tanto la dejaremos salir y le permitiremos suicidarse. Por
lo menos ésta es una predicción que sí se cumplió. (Rogers,
Ellen West and Lonliness, 1961)
No creo que todos corramos el
mismo riesgo que Ellen, pero sí creo que hemos tenido suficientes historias en
la vida que nos han ayudado a dudar de nuestra experiencia. Lo que yo siento,
lo que yo pienso no puede ser tan correcto si me están diciendo todos que lo
que pienso y siento es incorrecto. Yo recuerdo que me decía mi padre que no
llorara de miedo porque no está bien llorar de miedo, sólo está bien llorar de
dolor.
Esto me lo dijo un día que me
caí del caballo, yo no recuerdo cómo me sentía, pero sí recuerdo que tenía un
profundo deseo de llorar, de ser consolado, de que me entendieran, de que
supieran lo vulnerable de mi estado, cuando me preguntó mi papá si me dolía
algo y respondí que no, respondía queriendo decir que no debía preocuparse
porque mi cuerpo estaba intacto pero que estaba sufriendo profundamente por
vergüenza, miedo, desamparo, rabia y soledad, estar cayendo violentamente del
caballo, era un momento muy solitario y vulnerable, lo viví cientos de veces
entre los 8 y 26 años que practiqué la equitación. Aprendí de esa y otras
muchas experiencias similares a creer que no estaba bien vivir toda esa gama de
sentimientos y experiencias al caer del caballo, y a que sólo debía llorar de
dolor. Ante mi duda de qué era realmente dolor y cuáles eran los sentimientos
inapropiados, dejé prácticamente de llorar y de alguna forma también dejé de
sentir vulnerabilidad, miedo, incertidumbre, enojo y frustración. Esto tuvo
muchos efectos en mi vida, por ejemplo, cuando mis padres se divorciaron yo
tenía una gran cantidad de problemas en la escuela y no podía asociarlos con
ningún sentimiento relacionado al divorcio y llegué a la conclusión de que yo
estaba mal trascendentalmente y sin motivo alguno.
Otra consecuencia fue que puse
mucho más en riesgo mi vida. Buscando hacerme cargo de motivos económicos y para
que yo pudiera seguir montando, acepté trabajar con los llamados caballos
“difíciles”, yo ya tenía más de veinte años y ahora ya dolían más los cientos
de caídas, golpes en la nariz, maromas, raspones, desbocados, etc. Recuerdo un
caballo que había que taparle un ojo para que me dejara subir y si rozaba el
anca con la chaparrera, salía desbocado y reparando conmigo arriba sin tener yo uno de
los pies en su estribo; había otro
caballo que cuando se rehusaba a saltar se frenaba súbitamente y levantaba la
cabeza dándome fuertes golpes en la frente y por el equivalente a 20 dólares al
mes por caballo, arriesgaba mi vida y sin considerar nunca mi miedo, mi
frustración, mi vulnerabilidad ni mi dolor. Muchas veces estuve cerca una
lesión seria, lo sé y en vez de reconsiderar mi profesión, me esforzaba más y
más con caballos que nadie más quería montar.
No era posible para mi
asociar, los desordenes digestivos, mi rechazo a despertarme por la mañana, mi
tristeza al subir el auto en camino al club hípico con toda esa experiencia
emocional que estaba ignorando. Habría sido bello para mí que alguien pudiera
hacerme saber que era perfectamente comprensible sentir toda esa vulnerabilidad
cuando estaba cayendo del caballo y miedo al estar subiendo, no habría tenido
que ignorar el enorme peligro que corría y quizás habría podido elegir mejor
mis opciones para seguir montando de una manera más grata y segura.
Quizás por eso me conmueve tanto Ellen West,
no sé si ella podía ser salvada pero creo que habría gozado que alguien pudiera
escuchar su versión de las cosas y las hubiera considerada tan válida como la
de cualquier otro ser humano. Volviendo
a Rogers:
En
una relación terapéutica en la cual toda ella fuera aceptada, Ellen podría
descubrir que comunicar su Yo en forma más plena era seguro. Descubriría que no
necesitaba estar sola y aislada, que otro podría comprender y compartir el
significado de su experiencia. Descubriría también que en este proceso se ha
hecho amiga de sí misma, que su cuerpo, sus sentimientos y sus deseos no eran
amigos extraños, sino partes amigables y constructivas de ella misma. No sería
necesario emitir aquellas desesperadas palabras: “Estoy pereciendo en la lucha
en contra de mi naturaleza”. Se habrían combatido sus dos separaciones
esenciales. Se encontraría en una buena comunicativa relación consigo misma.
También habría descubierto que es seguro ser plenamente ella misma dentro de
una relación. En consecuencia, se encontraría relacionándose con los demás, con
más partes de sí misma, he iría descubriendo de nuevo que el ser el propio y
verdadero Yo en la relación con otros, no es peligroso e inseguro, sino algo
mucho más satisfactorio.
Mediante un proceso de esta índole, a mi juicio, se habría disuelto el
muro de cristal. Ellen habría descubierto la vida como una aventura con
frecuencia dolorosa. El descubrimiento de la conducta que mejor armonizara con
sus complejos y contradictorio sentimientos no será más que constante inquietud
vital y real en su relación con ella misma y con los demás. Habría resuelto la
gran soledad del hombre contemporáneo. (Rogers,
Ellen West and Lonliness, 1961)
Para mí el tema más
importante en orientación y en relación con los sentimientos, es que hacemos
mucho esfuerzo por negar algo que forma parte de nuestra experiencia porque no
forma parte de lo que yo he construido como mi “Yo Mismo”. Crear un ambiente en
el que el cliente pueda expresar lo que siente aun cuando crea que no es
apropiado ayudaría a ampliar y flexibilizar la experiencia.
Una orientadora en un trabajo
de grupo temía sentir el dolor y la frustración que experimentaría al
percatarse de que el grupo no estaba satisfecho con su trabajo. Ella se
consideraba a sí misma como una profesional competente y efectiva y creía
firmemente que dedicar mucho tiempo a hablar de sentimientos o a
experimentarlos era una pérdida de tiempo que podía ser usado en actividades
más productivas como cuestionar creencias erróneas. Cuando alguien del grupo
quería expresar su frustración o coraje por no poder expresar libremente lo que
sentía, la orientadora les exigía dejar de hablar de sentimientos y que se
centrara en las creencias que favorecían que ellos fueran menos que plenos. No
digo que no sea importante y hasta quizá más importante, a veces, estar en el
aspecto cognitivo, pero todo el esfuerzo que se utilizó en evitar sentir, creó
un ambiente de hostilidad entre los miembros del grupo y entre parte del grupo
y la orientadora.
Esta experiencia fue muy
educativa para mí, el orientador debe estar dispuesto a sentir cualquier
sentimiento que surja en la relación para no limitar al cliente de que exprese
lo que sea que está vivo en él o ella. El simple hecho de favorecer que el
cliente pueda expresar con libertad lo que siente ya es trabajar sobre la
distorsión cognitiva: “Sentir es catastrófico” y transformarla por una creencia
más actualizada que diga: “Sentir miedo (o enojo, o tristeza, o vulnerabilidad,
o felicidad, o ambivalencia, etc.) no es
catastrófico y a veces es comprensible”
Según Alvin Mahrer citado por
Sergio Michel (Michel, 1998), no todas
las personas pueden desarrollar una personalidad adulta. Se quedan detenidos en
una etapa primitiva o infantil en la que en vez de un “yo mismo” integrado
tenemos un yo descompuesto en tres centros, en un centro están las
expectativas, indicaciones, dominio, imposiciones del padre, en otro los de la
madre y en otro los suyos propios. Dice Sergio Michel: “Las expectativas
de los padres son depositadas de mil
maneras, con una eficacia asombrosa…” (Michel, 1998). En algunos casos esas personas
no hacen lo que más les place o lo que crean que mejor pueda satisfacer sus
necesidades sino lo que los padres internalizados harían, o quizá lo opuesto
(en rebeldía), pero pareciera que más que un “Yo Mismo” tenemos un “Nosotros Mismos”
viviendo en el interior. Imagina como, en Ellen West, los centros de los padres
se van volviendo más grandes que los de la propia experiencia de Ellen. Siendo
así, las opiniones de figuras de autoridad, como los médicos, encontrarían un
lugar para habitar en los centros del Padre y Madre y no facilitarían que el
centro de la experiencia propia de Ellen se fuera volviendo más fuerte y eventualmente
ayudara a que el “Yo Mismo” de Ellen se fuera formando de su propia sabiduría y
terminará el doloroso conflicto que habitaba en el interior de esa joven.
Quiero compartir una parte de
una historia que escribí para una novela indita que se llama San Narciso Potosí
que puede dar luz sobre la experiencia de vivir la lucha interna:
He trabajado, he tocado puertas e invitado gente y no me hacen caso, algunos se ríen de mí, otros me dan una palmada en la espalda y me dicen que si a mi edad hubieran empezado a trabajar, hoy otro gallo les cantara, pero no me compran y no me siguen. ¿Y si... Y si nadie quiere comprar y si nadie me hace caso?, ¿y si doy mi mayor esfuerzo y aun así no lo logro?
Esa mañana dos ejércitos se enfrentan. Ambos iguales en número fuerza y armamento. Ambos luchan por lo que es correcto. Ambos buscan lo mejor para su causa. Es por eso que la lucha no tiene fin. Lo curioso, es que entre más intensa la batalla, más fuertes se vuelven los ejércitos, pero el campo de batalla cada vez está más devastado. Los recursos necesarios para mantener la lucha son tomados de los fértiles campos del corazón de Sergio, que ve sus fuerzas deteriorarse en la lucha.
El ejército uno lanza una bomba: ¡DEBERIAS HACER ESTO!
El ejército dos contraataca: Pero ¿Y si lo hago y aun así falla?
Sergio no tiene control alguno en esta batalla pero el desgaste que le provoca es evidente, las bombas lo lastiman, sus energías se consumen en las llamas de los puestos destruidos por los ejércitos. El hueco que deja en su corazón la lucha, se hace cada vez mayor. Es un hueco que lleva ya cuatro años formándose ¿Pueden imaginar lo que es estar cuatro años planeando, intentando y deteniéndose por miedo?, ¿tienen idea de lo que es tener una incesante lucha interna por cuatro años sin tregua? Las noches de Sergio no tienen paz, en cualquier momento una bomba es lanzada y el corazón agitado por el dolor grita por auxilio despertándolo…
Los días son larguísimos ¿Alguna vez han estado preocupados por algo que no pueden controlar? Si es así, saben lo que es tener el corazón latiendo a ritmo acelerado, tener la mente volando a una velocidad inalcanzable por la razón. Si la respuesta es sí, entonces saben lo que es no poder trabajar, no poder leer, no poder ver tele, no poder comer. Si la respuesta es sí, entonces saben lo que es sentir que el cuerpo no podrá resistir la intensidad de la ansiedad. Sergio vive así cada día de su vida. Cree que la única manera de darle sentido a su existencia es lograr lo que su familia siempre soñó y nunca logró ¿Saben lo que es llevar sobre los hombros el peso de dos generaciones de antepasados que exigen éxito sin ellos haberlo logrado?, ¿pueden imaginar lo que es caminar una vereda sin pavimentar en subida y cargando a todos los antepasados sobre sus hombros?, ¿pueden imaginar iniciar una cruzada a favor de tu propio enemigo? La lucha de este joven es tan difícil de luchar que ha preferido luchar consigo mismo.
La cueva de Sergio tiene una cama, un librero, un toca cintas, un baúl, un escritorio y en toda una pared hay pegados recortes y dibujos. En el centro de la pared hay una mansión dibujada por él, está tiene dos pisos, grandes ventanales, terrazas y balcones; tiene una glorieta con una fuente en el centro al lado del estacionamiento; tiene grandes jardines y una cancha de fútbol con gradas y todo. Alrededor del dibujo hay recortes de carros nuevos; Televisiones; video caseteras; Baños con tina de hidromasaje; Antenas de satélite; Computadoras; Teléfonos celulares; Fotografías de playas de arenas blancas y aguas cristalinas; Yates; Aviones; en fin, cualquier cantidad de cosas. Sergio puede pasar un rato admirando su mural en busca de inspiración para su cruzada sin encontrarla. El hueco en el corazón de Sergio no se puede llenar de cosas.
La vida brilla por su ausencia en la cueva, pero no se da cuenta de eso. Le enseñaron que debía enfocarse en el logro de cosas y él busca llenarse de ellas creyendo que algún día sustituirán el hueco de vida que hay en su alma.
Sergio se tiende sobre su cama y cierra los ojos. Imágenes pasan a toda velocidad por su mente, no puede concéntrese en nada, el corazón parece una estampida de caballos, y el vacío se expande por su cuerpo recordándole lo solo que se encuentra.
Afortunadamente el baúl esconde lo que Sergio ha descubierto que puede de momento llenar el hueco. Quita los libros de encima y abre la tapa. En el interior hay revistas “Play Boy”, una cajetilla de Marlboro, un zeppelín de Coca Cola, unos cuantos paquetes de galletas, Sabritas y chocolates. La guerra podía seguir en el interior pero por un momento él dejaría de sentirla.
Bueno mañana empiezo la dieta y juro que voy a hacer ejercicio antes de ir a la reunión. Después de comer esto y de jalármela un rato voy a agarrar el directorio telefónico y voy a vender tres aspiradoras hoy.
Esta afirmación redujo la ansiedad de momento, destapa la coca y enciende un cigarro. Se baja los pantalones y empieza a hojear la revista ¿Será este el interés por la vida? Al menos hay seres humanos en esa revista, aunque tal vez solo sean cosas para él en ese momento. Mete la mano al baúl saca un condón. Se lo pone y la mente lo lleva a sensaciones casi reales. Proyecta películas más pornográficas de las que nunca ha visto y las envuelve en el humo de su cigarro. Mientras se masturba, el corazón toma un ritmo más acelerado de lo habitual y el sudor empieza a correr por su frente. Sergio acaba su ritual sintiéndose más acelerado, más incomodo y más vacío que cuando empezó. Le da un trago a su coca y abre una bolsa de chocolates tal vez para meter algo en el vacío y olvidar su sensación. Se acaba los chocolates y mete en la bolsa el condón sucio, así saldrá en la basura sin ser descubierto.
Después de que Adán y Eva probaron el fruto prohibido sintieron vergüenza de sus cuerpos y fueron a cubrirse. Después de masturbarse Sergio siente vergüenza de su cuerpo y de inmediato se sube el pantalón y desecha la evidencia como tratando de que él mismo no descubra lo que acaba de hacer.
Cinco minutos en la cama para recuperarme y empiezo a trabajar. Sergio se hace promesas que no cumple, está demasiado débil para cumplirlas. Los cinco minutos se vuelven diez, los diez veinte, los veinte una hora y de pronto es casi la hora de la comida, así que sería mejor esperar a acabar de comer para dedicarle toda la tarde al trabajo así no lo interrumpiría cuando lo llamen a comer.
Todo ese tiempo Sergio no duerme, Sergio sufre cada minuto que pasa, las bombas se incrementan en intensidad y él ingenuamente espera que una de esas bombas lo levante, pero lejos de eso cada bomba lo hunde más en su cama en su desesperación en su hueco.
Para que exista colaboración es necesario que no haya competencia, la competencia siempre vuelve al otro ilegitimo como dice Humberto Maturana. En un taller se comentaba que el golf era un gran deporte porque no competías con otros sino que competías contigo mismo. Lo trágico de esa afirmación es que competir contra mí es negarme la posibilidad de tener una relación de intimidad amorosa conmigo mismo.
No me apura volverme redundante en este punto porque lo considero fundamental en la orientación, si como orientador no ayudo a que mi cliente confíe en su experiencia, y para eso, es necesario que el cliente pueda vivir toda la gama de sus sentimientos y pensamientos y aceptarlos como propios, no estoy siendo de gran ayuda. Si Sergio confiara en lo verdadero de sus sentimientos su lucha interna se disolvería se podría considerar humano y sabría que como tal, no está solo. Sí no fueran tan fuertes las voces externas reconocería que no le gusta su trabajo y no se entusiasma con el destino que le proponen vivir como el suyo y para reducir el volumen de las voces de padre y madre y de quienes ocupan su lugar en el campo infantil, Sergio tiene que subirle el volumen a su propia experiencia a poder estar presente en lo que está vivo en él y lo que está vivo es lo que piensa, siente y necesita.
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