El Cielo por Carlos Ávila Pizzuto
En todos los tiempos ha habido hombres y mujeres que han comprendido cómo se tiene que ser para ser bienvenido en el cielo.- Dice Claudio de Solidona -Esos hombres han luchado por ser libres de pecado, amorosos, comprometidos, puros, cultos, valientes, congruentes, fieles y devotos.
Por lo cual, resulta tan extraño que ninguno haya entrado al cielo, es verdad, el cielo está vacío. Cada uno de esos hombres y mujeres cuando han perecido se han vuelto polvo con el polvo. Sus cenizas han servido como alimento de nuevas vidas y no han escapado del ciclo terrenal de muerte y renacimiento. Algunos han llamado a este ciclo reencarnación, karma, muerte o infierno.
No hay diferencia con aquellos que mueren esclavos, asesinos, ladrones, mentirosos, resentidos, desesperados, vacíos, cobardes, orgullosos, banales, hambrientos, lujuriosos, avaros y perezosos. No encuentran ellos un peor final, es el mismo para todos.
-¿Entonces no hay esperanza? - pregunta el hombre tembloroso, sudoroso y rechinando los dientes.
-Si Dios no es un mentiroso hay una esperanza.
-¿Cuál es? - Grita ansiosa una mujer con su bebé en brazos.
-Hemos creído en la salvación individual del alma propia. Hemos pensado que basta nuestra virtud. Hemos competido contra el hermano por ser los primeros en tocar las puertas del paraíso. Golpeamos nuestras pechos, invadimos infieles, confesamos, restringimos nuestro hacer, meditamos, contemplamos, rezamos, damos limosnas, nos perfeccionamos, buscamos nuestra salvación. Pensamos que nuestra alma es algo tan valioso que debe ser salvado a cualquier precio y vemos el alma del hermano como un riesgo para la nuestra. Queremos llegar, como quien llega a la cima de una montaña, como quien llega a la cima de la pirámide corporativa, como quien llega a las cima de los altares, como quien recibe un doctorado y llamamos a eso virtud.
-Pero ¿No debemos cuidarnos de las malas compañías?, ¿no debemos aspirar a más que aquel que peca?, ¿no estamos más cerca de Dios los que oramos?, ¿no es muy selecto el grupo invitado al banquete del Señor?
-¿Y si el banquete del Señor no es un club social?, ¿y si al final sólo hay lugar para un invitado?- Pregunta Claudio de Solidona
-¡UN INVITADO!¡DEBE SER UN HOMBRE O UNA MUJER IMPECABLE!- Grita la agitada multitud.
-¿Y si ese invitado lleva por nombre HUMANIDAD?- Se hace un silencio ante la pregunta del maestro. - Quizá no estamos invitados individualmente, quizá mientras haya humanos infelices, extraviados de su congruencia, distanciados de su buenaventura hay una parte del alma de la humanidad que no está salvada. El pecado del otro es tanto tuyo como de él, como de ella, como mio... Hermanos, o entramos todos como uno o no entramos nadie como individuo o somos virtud todos o somos pecado todos. -Guarda un silencio el maestro y continua.- Yo estoy listo para volver a la tierra, no espero conocer el cielo, pero sí espero que mis palabras de hoy contribuyan a que ustedes, hermanos, empiecen a ver que el más pequeño de este mundo es tan parte de tu alma como el más grande tus logros. Tu mayor pecado es tan grande como la mayor de las virtudes del otro...
-Yo tampoco veré el cielo Maestro.- Dice un niño conmovido.- Pero no importa, viviré para que quienes vienen después puedan conocer el paraíso y eso hará de mi existencia un privilegio.
-Así sea- Concluyó el maestro.
#HablandoPaz
#CentroRe
En todos los tiempos ha habido hombres y mujeres que han comprendido cómo se tiene que ser para ser bienvenido en el cielo.- Dice Claudio de Solidona -Esos hombres han luchado por ser libres de pecado, amorosos, comprometidos, puros, cultos, valientes, congruentes, fieles y devotos.
Por lo cual, resulta tan extraño que ninguno haya entrado al cielo, es verdad, el cielo está vacío. Cada uno de esos hombres y mujeres cuando han perecido se han vuelto polvo con el polvo. Sus cenizas han servido como alimento de nuevas vidas y no han escapado del ciclo terrenal de muerte y renacimiento. Algunos han llamado a este ciclo reencarnación, karma, muerte o infierno.
No hay diferencia con aquellos que mueren esclavos, asesinos, ladrones, mentirosos, resentidos, desesperados, vacíos, cobardes, orgullosos, banales, hambrientos, lujuriosos, avaros y perezosos. No encuentran ellos un peor final, es el mismo para todos.
-¿Entonces no hay esperanza? - pregunta el hombre tembloroso, sudoroso y rechinando los dientes.
-Si Dios no es un mentiroso hay una esperanza.
-¿Cuál es? - Grita ansiosa una mujer con su bebé en brazos.
-Hemos creído en la salvación individual del alma propia. Hemos pensado que basta nuestra virtud. Hemos competido contra el hermano por ser los primeros en tocar las puertas del paraíso. Golpeamos nuestras pechos, invadimos infieles, confesamos, restringimos nuestro hacer, meditamos, contemplamos, rezamos, damos limosnas, nos perfeccionamos, buscamos nuestra salvación. Pensamos que nuestra alma es algo tan valioso que debe ser salvado a cualquier precio y vemos el alma del hermano como un riesgo para la nuestra. Queremos llegar, como quien llega a la cima de una montaña, como quien llega a la cima de la pirámide corporativa, como quien llega a las cima de los altares, como quien recibe un doctorado y llamamos a eso virtud.
-Pero ¿No debemos cuidarnos de las malas compañías?, ¿no debemos aspirar a más que aquel que peca?, ¿no estamos más cerca de Dios los que oramos?, ¿no es muy selecto el grupo invitado al banquete del Señor?
-¿Y si el banquete del Señor no es un club social?, ¿y si al final sólo hay lugar para un invitado?- Pregunta Claudio de Solidona
-¡UN INVITADO!¡DEBE SER UN HOMBRE O UNA MUJER IMPECABLE!- Grita la agitada multitud.
-¿Y si ese invitado lleva por nombre HUMANIDAD?- Se hace un silencio ante la pregunta del maestro. - Quizá no estamos invitados individualmente, quizá mientras haya humanos infelices, extraviados de su congruencia, distanciados de su buenaventura hay una parte del alma de la humanidad que no está salvada. El pecado del otro es tanto tuyo como de él, como de ella, como mio... Hermanos, o entramos todos como uno o no entramos nadie como individuo o somos virtud todos o somos pecado todos. -Guarda un silencio el maestro y continua.- Yo estoy listo para volver a la tierra, no espero conocer el cielo, pero sí espero que mis palabras de hoy contribuyan a que ustedes, hermanos, empiecen a ver que el más pequeño de este mundo es tan parte de tu alma como el más grande tus logros. Tu mayor pecado es tan grande como la mayor de las virtudes del otro...
-Yo tampoco veré el cielo Maestro.- Dice un niño conmovido.- Pero no importa, viviré para que quienes vienen después puedan conocer el paraíso y eso hará de mi existencia un privilegio.
-Así sea- Concluyó el maestro.
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