El Dios Celoso e Iracundo - 10° Cuento de Solidona
Les habla Solidona, buenas tardes.
La Ira y el Orgullo evitan que aquello que ha resultado inútil sea reconsiderado. Se los digo esperando que las semillas del conocimiento caigan en tierra fértil.
La Ira encendió a Ordin. Estaba con Timpo y Dista recitando la Oración de la Restricción Absoluta cuando ante Él se aparece una Diosa, en belleza muy superior a Él y a todo lo que Él había visto.
Ordin no podía aceptar un sentimiento de aprecio sensual a lo que observaba; tampoco podía reconocer la posibilidad de no ser el Ser perfecto, porque de entrada, la diosa es más perfecta que Él; era imposible para Él, también aceptar que el origen de esa visión pudiera haber sido el mismo que le suyo. Es decir, que Timpo, Dista y aquella que debe ser olvidada hubieran engendrado esa diosa rehaciéndose en el amor. Y cómo no podía aceptar nada de eso, separó su razonamiento de sí mismo y le entregó el control de su Ser a la ira.
Con una mirada llena de rabia lanzó lejos de su corazón a Timpo y Dista, y con voz estridente gritó:
-¡Débiles de toda debilidad! Han deshonrado su Ser y lastimado nuestra alianza, la culpa vivirá eterna en ustedes y en su descendencia.- Y al decir descendencia señala directo a Solinde, olvidando, él mismo, su propio origen y condenándose a la culpa eterna.
Hermanos, - nos dijo Solidona a sus seguidores, cuando nadie nos condena ¿Por qué nos condenamos a nosotros mismo? ¿Es nuestra forma de orar a Ordin?
Solinde hizo un puchero, dejó correr una lágrima con la que borró fácilmente la culpa con la que había sido maldita y dijo: -No seas tan débil hermano, te pareces a ellos ¿No has notado que somos superiores? ¿No ves que juntos podemos llevar a nuestro Ser a un lugar mejor?
Ordin gritó furioso, Timpo y Dista se alejaron presas de su interminable miedo. Por su parte, Solinde, se acercó dulcemente a Ordin, lo abrazo, le acarició su pecho, le dijo que era hermoso y casi casualmente, con una expresión de genuino interés le preguntó: -¿Qué orabas con esos ingratos?
Y entonces Ordin explicó, aun aturdido, con el alma separada del cuerpo, sintiendo placer y asco de su placer, así como podía, así como estaba, así como sentía, así explicó las perfectas Leyes de Ordin y la oración de la Restricción absoluta.
-Eres el gran Dios del orden –dice Solinde cuando ella hubo comprendido lo que escuchó.
-¿Y tú? ¿Quién eres tú? – pregunta Ordin
-La gran Diosa que complementa, la gran Diosa que te dará fuerza cuando se te acabe, la gran Diosa del Cariño y me puedes Llamar Solinde, tu otra mitad.
Eso es todo por hoy hermanos y recuerden que el cariño también puede dejar muy olvidado al amor. Hasta la próxima.
CONTINUA EL CUENTO 11
Les habla Solidona, buenas tardes.
La Ira y el Orgullo evitan que aquello que ha resultado inútil sea reconsiderado. Se los digo esperando que las semillas del conocimiento caigan en tierra fértil.
La Ira encendió a Ordin. Estaba con Timpo y Dista recitando la Oración de la Restricción Absoluta cuando ante Él se aparece una Diosa, en belleza muy superior a Él y a todo lo que Él había visto.
Ordin no podía aceptar un sentimiento de aprecio sensual a lo que observaba; tampoco podía reconocer la posibilidad de no ser el Ser perfecto, porque de entrada, la diosa es más perfecta que Él; era imposible para Él, también aceptar que el origen de esa visión pudiera haber sido el mismo que le suyo. Es decir, que Timpo, Dista y aquella que debe ser olvidada hubieran engendrado esa diosa rehaciéndose en el amor. Y cómo no podía aceptar nada de eso, separó su razonamiento de sí mismo y le entregó el control de su Ser a la ira.
Con una mirada llena de rabia lanzó lejos de su corazón a Timpo y Dista, y con voz estridente gritó:
-¡Débiles de toda debilidad! Han deshonrado su Ser y lastimado nuestra alianza, la culpa vivirá eterna en ustedes y en su descendencia.- Y al decir descendencia señala directo a Solinde, olvidando, él mismo, su propio origen y condenándose a la culpa eterna.
Hermanos, - nos dijo Solidona a sus seguidores, cuando nadie nos condena ¿Por qué nos condenamos a nosotros mismo? ¿Es nuestra forma de orar a Ordin?
Solinde hizo un puchero, dejó correr una lágrima con la que borró fácilmente la culpa con la que había sido maldita y dijo: -No seas tan débil hermano, te pareces a ellos ¿No has notado que somos superiores? ¿No ves que juntos podemos llevar a nuestro Ser a un lugar mejor?
Ordin gritó furioso, Timpo y Dista se alejaron presas de su interminable miedo. Por su parte, Solinde, se acercó dulcemente a Ordin, lo abrazo, le acarició su pecho, le dijo que era hermoso y casi casualmente, con una expresión de genuino interés le preguntó: -¿Qué orabas con esos ingratos?
Y entonces Ordin explicó, aun aturdido, con el alma separada del cuerpo, sintiendo placer y asco de su placer, así como podía, así como estaba, así como sentía, así explicó las perfectas Leyes de Ordin y la oración de la Restricción absoluta.
-Eres el gran Dios del orden –dice Solinde cuando ella hubo comprendido lo que escuchó.
-¿Y tú? ¿Quién eres tú? – pregunta Ordin
-La gran Diosa que complementa, la gran Diosa que te dará fuerza cuando se te acabe, la gran Diosa del Cariño y me puedes Llamar Solinde, tu otra mitad.
Eso es todo por hoy hermanos y recuerden que el cariño también puede dejar muy olvidado al amor. Hasta la próxima.
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