"Es más fácil criar un niño reprimido que uno completamente sano que afirme su independencia y exija sus derechos". Elsworth Baker (Tomado de Infancia la Edad Sagrada de Evania Reichert)
Nuestros padres tenían vergüenza de de que fuéramos a portarnos mal. Querían ser buenos padres, demostrar su autoridad, su control, su dominio. No querían ser padres manipulados por los hijos y nos castigaron, nos regañaron, nos prohibieron, nos sobreeducaron, en fín, nos domesticaron.
Crecimos con miedo a ser motivo de la vergüenza de otros y nos controlamos encerrando todo lo que pueda ser vergonzoso dentro de un cofre hecho de músculos apretados.
No es que no queramos vivir, la vida grita fuerte desde adentro, es que nos espanta que si vivimos entonces seremos una molestia. No seremos gran cosa pero al menos molestos no somos. No tendremos una gran vida pero sin duda nos merecemos el cielo... Bueno a veces...
Hemos oído que los animales que crecen y viven enjaulados desarrollan conductas similares a las de los humanos locos. El animal que somos vive enjaulado... No sabe comer lo que necesita, no socializar con libertad, tiene una sexualidad que se asemeja a un frenesí, pero en secreto.
Somos un fuego discreto.
No confiamos en ése animal que somos no porque no sea bueno y sabio sino porque se ha ido volviendo loco de encierro y por tanto tenemos que encerrarlo más. A veces, hemos de confesar, nos rebasa su fuerza y escapa algo de ése animal frenético, casi siempre en secreto, casi siempre a escondidas y siempre ése escape es luego castigado por nuestro fuerte juez interior.
Esos padres regañones, prohibitivos, sobreeducadores, domesticadores se han mudado a vivir adentro de nosotros y nos acompañan a todas partes. No queremos hacerlos enojar.
¿Nos entiendes?
No nos gusta, pero sabemos que nos toca ser siempre los más buenos de la historia, así que a menudo, aunque nos enojemos, hacemos lo que se tiene que hacer y que los demás no hacen. La gente entonces se cuelga de nosotros; somos los hijos y las hijas que se encargan de los padres enfermos cuando nuestros hermanos y hermanas no lo hacen. Nos resentimos, ni como negarlo, pero tratamos de aplacar la rabia y encerrarla en nuestro cofre de músculos.
Si tan solo nos dieran el reconocimiento que merecemos, pero no.... Hasta se molestan cuando no somos todo lo sacrificados que solemos ser, todo mundo espera de nosotros ser los más buenos de la historia... ¡Pinches culeros, huevones irresponsables!... Perdón, perdón, perdón, nos ofuscamos, el animal se estaba queriendo escapar, pero calma, ya nos dimos nuestros buenos latigazos y ha vuelto a someterse. No es que sean malos es que tienen vidas...
Ojalá nosotros tuviéramos vida también...
Nuestros padres tenían vergüenza de de que fuéramos a portarnos mal. Querían ser buenos padres, demostrar su autoridad, su control, su dominio. No querían ser padres manipulados por los hijos y nos castigaron, nos regañaron, nos prohibieron, nos sobreeducaron, en fín, nos domesticaron.
Crecimos con miedo a ser motivo de la vergüenza de otros y nos controlamos encerrando todo lo que pueda ser vergonzoso dentro de un cofre hecho de músculos apretados.
No es que no queramos vivir, la vida grita fuerte desde adentro, es que nos espanta que si vivimos entonces seremos una molestia. No seremos gran cosa pero al menos molestos no somos. No tendremos una gran vida pero sin duda nos merecemos el cielo... Bueno a veces...
Hemos oído que los animales que crecen y viven enjaulados desarrollan conductas similares a las de los humanos locos. El animal que somos vive enjaulado... No sabe comer lo que necesita, no socializar con libertad, tiene una sexualidad que se asemeja a un frenesí, pero en secreto.
Somos un fuego discreto.
No confiamos en ése animal que somos no porque no sea bueno y sabio sino porque se ha ido volviendo loco de encierro y por tanto tenemos que encerrarlo más. A veces, hemos de confesar, nos rebasa su fuerza y escapa algo de ése animal frenético, casi siempre en secreto, casi siempre a escondidas y siempre ése escape es luego castigado por nuestro fuerte juez interior.
Esos padres regañones, prohibitivos, sobreeducadores, domesticadores se han mudado a vivir adentro de nosotros y nos acompañan a todas partes. No queremos hacerlos enojar.
¿Nos entiendes?
No nos gusta, pero sabemos que nos toca ser siempre los más buenos de la historia, así que a menudo, aunque nos enojemos, hacemos lo que se tiene que hacer y que los demás no hacen. La gente entonces se cuelga de nosotros; somos los hijos y las hijas que se encargan de los padres enfermos cuando nuestros hermanos y hermanas no lo hacen. Nos resentimos, ni como negarlo, pero tratamos de aplacar la rabia y encerrarla en nuestro cofre de músculos.
Si tan solo nos dieran el reconocimiento que merecemos, pero no.... Hasta se molestan cuando no somos todo lo sacrificados que solemos ser, todo mundo espera de nosotros ser los más buenos de la historia... ¡Pinches culeros, huevones irresponsables!... Perdón, perdón, perdón, nos ofuscamos, el animal se estaba queriendo escapar, pero calma, ya nos dimos nuestros buenos latigazos y ha vuelto a someterse. No es que sean malos es que tienen vidas...
Ojalá nosotros tuviéramos vida también...
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