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LA PRIMERA TERAPIA: EL PROCESO DE CONVERTIRNOS EN PSICOTERAPEUTAS (1)

LA PRIMERA TERAPIA

M. Carlos Ávila Pizzuro
Psicoterapeuta 

Quería decirle:
No es que duele es que mata.
Quería decirle:
El mundo no está bien,
La familia está rota,
La escuela me tortura,
No encuentro mi lugar,
Temo lo que amo,
Sueño lo que temo y
¡Me traicionaron!
Así no debía ser.
Quería decirle:
Escucha, no hables.
Quería decirle:
Haz alquimia,
Haz brillar mi oscuridad.
Quería decirle eso y más.
Pero solo lloré.
CAP 

 


     Tengo ganas de compartir mi proceso de irme haciendo psicoterapeuta y no sé, quizá a alguna persona joven que quiera ser psicoterapeuta o una no tan joven pero que igual quiera empezar este camino, mis reflexiones le pueden ayudar. También tengo ganas de ir conociendo las historias de colegas que quieran compartir su camino conmigo y con quienes quieran leernos.

#1 



   Tenía yo unos 12 años. 

   Mi mamá me dijo que iba con un orientador vocacional. Dudé ¿No soy muy joven para eso? 

   Aguardaba en la sala de espera de un psiquiatra psicoanalista, ahora lo sé, entonces no sabía su profesión, creo que estaba incomodo, seguramente muy nervioso, era más tímido entonces de lo que de por sí soy ahora. Dr Hernández Mata decía la puerta (al menos en mi memoria), sentada y sonriente su secretaria en un escritorio me miraba a veces y seguramente fue ella quien me dijo que ya estaba por pasar. Se abre la puerta ¡Qué miedo! Salen unos jóvenes, quizá 5, hablando alegremente y detrás de ellos un hombre que se veía mayor, como de la edad de mis padres quizá. No puedo estar seguro. Lo recuerdo con lentes algo cuadrados. Quizá no eran así, quizá ni usaba lentes. No sé, no lo recuerdo todo, fue hace más de treinta años. 

    El Dr. se mostró amable desde el principio, me explicó que los jóvenes que acaban de salir fueron a hacerle una entrevista para una tarea escolar sobre el alcoholismo y sus consecuencias. Recuerdo que el doctor hizo un ademan de beber mientras decía alcoholismo. Creo que llevada un blazer de tweed o una camisa de manga corta, cualquiera podía ser. Se veía serio e informal. 

    Entrando a la derecha había un escritorio y a la izquierda una sala de estar como la de una casa. No creo que hubiera diván pero quizá sí. Nos sentamos en la sala.

   -Carlos dime ¿Qué te dijeron para venir aquí?
   -Mi mamá me dijo que era orientación vocacional - respondí yo con honestidad.

   Pude ver un gesto en el doctor que hoy lo interpreto como ¡Pobre chico lo han engañado y ahora yo tengo que explicarlo todo! 

   -Carlos tú papá dice que desde que él y tu mamá de divorciaron lloras mucho y por eso consideran que sería bueno para ti hablar conmigo ¿Te duele su divorcio? 

   He aquí lo que hubiera querido contestar:

    ¡No siento que duela mucho, pero es verdad lloro y no entiendo por qué! Me da rabia cuando mi papá o mi mamá me dicen que me siguen queriendo igual y que por lo tanto no me debería afectar su separación. Me siento como un zombi en la escuela, no puedo leer los libros y no puedo escribir. No recuerdo qué tareas me encargan y no las hago. Me regañan en la escuela y mis compañeros se burlan.

   Ahora que lo digo eso me recuerda que en tercero de primaria me pasó algo similar. Me caí de un caballo y me volví miedoso e inseguro. Mis amigos ya no querían estar cerca de mí, me decían raro. la maestra era cruel conmigo... Fue como una caída libre en la vida. No sentía nada, pero lloraba de mucho, no podía concentrarme... ¿Será que ahora otra vez me estoy muriendo de miedo? ¡No me sé las reglas de los deportes y me da miedo preguntarlas para que no me digan menso! Entonces evito jugar y eso me vuelve menos popular... 

   Volví a montar, me hice bastante bueno... nada genial pero bueno y al menos así pienso que en algo no apesto tanto... Quisiera ser normal. 

   No me hace mucho sentido lo que enseñan en religión, pero ¿Van a ir mis padres al infierno?

   ¿Sabe que algunas personas que me saludaban ahora no me saludan cuando voy con mamá y sí me saludan cuando voy con papá?

   Me sentía más grande antes... Ahora me siento como un bebé. 

   En la escuela los compañeros me tocaban las nalgas y se reían, me sentía tan humillado. Ahora evito todo lo que sea referente a lo sexual, me caen mal los hombres que hablan de sexo...

    Quiero que se junten mis papás de nuevo, quiero que me escuchen. Quiero que me ayuden a estudiar y a corregir mis problemas de lectura y escritura... 

¿Sabe?

 Creo que sí duele. 

  He aquí lo que pasó:

   Lloré, lloré, lloré y no volví a hablarle al Dr, Hernandez Mata, nunca más.

   Jugamos damas, siempre ganó. Fantaseaba con que iba a jugar y no a terapia. Un día fueron mis padres y él dijo que quizá no hubiera beneficio alguno si yo no quería hablar y dio por concluida la terapia. 

   Si me preguntan qué pasó, hoy diría:

   Lo que ese niño tiene que decir es muy complejo para resumirlo en un duele o no duele. Es tan complejo que ese niño no creía que alguien pudiera tomarse el tiempo y el interés de comprenderlo. Los maestros querían respuestas concretas, los padres, querían respuestas claras, los amigos querían que jugara fut ¿Quién iba querer escuchar mis caos, mi confusión, mis incongruencias? 

   Hoy entiendo que él sí hubiera querido y hasta hubiera dado espacio para que me explayara en mis locuras y hasta las hubiera apreciado. Pero yo no tenía la experiencia de que alguien pudiera apreciar mi remolino interno y solo puede llorar, llorar y llorar hasta morirme de vergüenza. 

   Hoy miro con ternura a quienes mandan a terapia y no quieren hablar.

   Hoy ese niño que fui está en mi mente cada sesión y me invita a escuchar y escuchar la complejidad del mundo del que me consulta porque, a veces, nadie se ha tomado el tiempo de recibir ese caos y comprenderlo como riqueza experiencial. 

   Puedo entender que los terapeutas tengan prisa por ser útiles y eficientes en la utilización del tiempo. Y también puede entender lo mucho que pierde un paciente cuando su psicoterapeuta no tiene tiempo de escuchar lo complejo de su experiencia. 

    Recuerdo en un foro en el que hablé de terapia relacional donde compartí con una psicoanalista y un conductista en el que este último dijo que él no iba a andar explorando que si el papá, que si la mamá, que si la familia porque él era un científico y que si la persona llegaba triste pues a alegrarlo y si llegaba enojado pues a contentarlo - ¡La ciencia de contentar gente! - pensé. Y luego me imaginé lo mucho que perdería alguien lleno de complejidad y riqueza en una terapia con él.  

   Muchas veces me escucho diciéndome en consulta, detente Carlos, no trates de arreglar aún lo que no has comprendio. Escucha, pregunta, recibe, hay un mundo en esta persona ¿Cómo sería para ti vivir en su mundo?

Gracias 


Mi entrada en vídeo 




ESTA SERIE ESTÁ DEDICADA A

Irvin Yalom 








Comentarios

Marita ha dicho que…
He leído y visto el capítulo 1, me ha hecho llorar, con las lágrimas que se quedan atoradas... Quisiera a veces llorar como tú en esa primera cita

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