LA JAULA LIBRE
Carlos Ávila Pizzuto
Salimos de esa casa porque no se nos trataba como humanos, éramos
sus esclavos.
Añorábamos libertad.
Elegir nuestro hacer y pensar.
Queríamos construir nuestro destino y no ser siervos de la frustración
de otros.
Construimos nuestra casa, la llamamos la casa de la
libertad.
Pusimos como regla no reprimir a nadie en esta casa.
En esta casa piensas, dices y haces siempre libre.
Amamos nuestra nueva casa, adoramos nuestra libertad.
La gente venía a visitarnos, querían vivir así, nos sentíamos
orgullosos.
Invitamos a muchos a quedarse y algunos de nosotros, los
originales, nos asustamos.
Creen en otros dioses, aman de otra forma, visten raro y no
se dan cuenta que es nuestra casa.
No podemos reprimirlos sin traicionarnos.
Algunos proponen nuevas reglas.
¿Y si se acepta reprimir un poco a los que no llegaron desde
el principio?
Nos dividimos, pero eso es parte de ser libres ¿No?
Decidimos que si los otros no saben hacer sus casas libres
es su problema.
Somos la casa de la libertad pero no somos asistencia
social.
Enseñamos a nuestros hijos a creer en los mismo que
nosotros.
Enseñar como ser libre no es imponer más libertad.
Enseñar como ser libre no es imponer más libertad.
Algunos quisieron entrar sin permiso. Pusimos rejas.
Algunos querían visitarnos sin avisar, pusimos barrotes.
Algunos querían criticar nuestra forma, pusimos alarmas.
Algunos de nuestros hijos no aman la libertad, pusimos
celdas.
Y ahora, vivimos libres encerrados en la seguridad de
nuestra jaula.
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