Con la magia que surge de mis manos, he ido construyendo con la luz que me regaló la imaginación una esfera que llamo mi casa. Otros en tono despectivo le dan nombres feos como autismo, refugio o la popular y nada imaginativa idea de: zona de confort.
¿Quién te da derecho a hablar así de mi casa?
En mi casa, hay un jardín donde corren unicornios y beben agua transparente que brota del corazón de un dragón que murió para heredarme su poder.
¿Tienes un jardín así en tu casa?
En mi casa los libros están ordenados por colores y tamaños. Nada se desordena nunca porque no hay visitas, las visitas desacomodan los libros. En mi casa, las tazas son todas iguales, los platos están brillantes y ninguno está astillado. Dedico mucho tiempo a limpiar y recoger después de comer y trato de comer lo menos posible para evitar el desorden, el desorden lo empieza todo.
¿Me estás juzgando?
Eso pasa, me juzgan por vivir entre unicornios en vez de vivir entre personas, pero quizá preferirías vivir entre unicornios si hubieras conocido a Luis. Lo veía cada semana porque en la escuela se desesperaban conmigo los otros de que yo podía llevar mi casa a cuestas y ellos no. A mis padres les escandalizaba que los maestros les dijeran que era yo autista por el amor que yo siento por mi casa y aceptaron llevarme con él. En cada visita de ese, de Luis, del intruso que se metia a mi casa con sus técnicas de cerrajero, dejaba su basura en mi cocina, orinaba en mi jardín y le disparaba a mis unicornios. Él fue quien me enseñó que las personas llamaban "zona de confort" a mi casa. Él parecía odiarla. Encontré mejores cerraduras y Luis no volvió.
Sí lo sé, la casa ya tenía unicornios antes de él... es que antes de mudarme a ella, vivia en la casa de mis padres y ahí solo había libros desordenados y una cocina sucia. ¡Nunca más! Eso invitaba al dragón, el desorden, el dedicar tiempo a la cocina, el estudiar de mundos lejanos. Eso hace que se metan los dragones a las casas y yo soy chica de un solo dragón. Por cierto, mis padres no notaban al dragón, estaban distraídos comiendo y leyendo.
El dragón se metía en mí y yo me salía de mí porque no cabíamos en el mismo cuerpo. Tenía miedo de que lo rompiera, de que lo quemara, de que lo matara, porque siempre amenazaba con su fuego. El dragón no era malo; lo admiraba; era fuerte, no como mis padres, pero sí le temía. Él me regaló mi primer unicornio, no puedo dejar de amar a ese unicornio y no puedo dejar de amar a ese dragón ¿Por qué tenía que amenazarme? Quizá hubiéramos cabido muy bien juntos dentro de mí si no fuera por su tendencia a quemarlo todo.
¿Te imaginas un dragón dentro de ti? Fuerte, grande, poderoso, vivo...
Mis padres no me tocaban, pero el dragón me daba su calor... era aterrador y era lo único que me mantenía viva. Si mi padre no lo hubiera visto aquel día, el dragón aún estaría vivo y quizá yo aún viviría en la casa de mis padres. Pero mi padre lo vio. Yo estaba fuera de mí, visitando mundos lejanos para que el dragón pudiera visitar mi interior, entonces, lleno de rabia, mi padre sacó su espada y la clavó justo en el pecho del dragón.
Había sangre, quizá mía también. Vi entonces la luz en mis manos y supe del poder de mi magia. Empecé justo ahí a construir mi casa, me llevé a mis unicornios y arrastré el cuerpo del dragón que en mi jardín se convirtió en el manantial que nos da vida. A lo lejos la voz de mi padre me invitaba a guardar el secreto, ya sabía que era un secreto, no soy tonta. El secreto está guardado en una caja dentro de una bóveda, dentro de mi casa con cerraduras nuevas. Luis no estuvo ni cerca de encontrarlo, estaba distraído disparando con su rifle de chiste a mis pobres unicornios.
Mi mamá ha leído algo en el internet y quiere llamar a mi casa psicosis, primero mi papá dijo que no era para tanto, tenía miedo que vinieran Luises más listos y sacaran a la luz nuestro secreto. No podía permitirlo, es por el bien de mi madre, ella no podría con la verdad. Pero después de una cuidadosa reflexión, mi padre pensó que psicosis era una buena idea. ya que podía culpar a mi imaginación de cualquier cosa que pudiera yo decir; nada oculta mejor el secreto que lanzar el contenedor del mismo al fondo de un manicomio.
En fìn, esas cosas pasan allá afuera, gracias a mi magia y mi dragón que ya no vivo con los locos de mis padres y que ya tengo mi casa o como gustes llamarla, una rosa no pierde su perfume si la llamamos caca y mi casa no pierde su belleza si la llamamos locura.
LP Carlos Ávila Pizzuto
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#TransformandoAlMonstruo
Información: Taller Transformando Al Monstruo
¿Quién te da derecho a hablar así de mi casa?
En mi casa, hay un jardín donde corren unicornios y beben agua transparente que brota del corazón de un dragón que murió para heredarme su poder.
¿Tienes un jardín así en tu casa?
En mi casa los libros están ordenados por colores y tamaños. Nada se desordena nunca porque no hay visitas, las visitas desacomodan los libros. En mi casa, las tazas son todas iguales, los platos están brillantes y ninguno está astillado. Dedico mucho tiempo a limpiar y recoger después de comer y trato de comer lo menos posible para evitar el desorden, el desorden lo empieza todo.
¿Me estás juzgando?
Eso pasa, me juzgan por vivir entre unicornios en vez de vivir entre personas, pero quizá preferirías vivir entre unicornios si hubieras conocido a Luis. Lo veía cada semana porque en la escuela se desesperaban conmigo los otros de que yo podía llevar mi casa a cuestas y ellos no. A mis padres les escandalizaba que los maestros les dijeran que era yo autista por el amor que yo siento por mi casa y aceptaron llevarme con él. En cada visita de ese, de Luis, del intruso que se metia a mi casa con sus técnicas de cerrajero, dejaba su basura en mi cocina, orinaba en mi jardín y le disparaba a mis unicornios. Él fue quien me enseñó que las personas llamaban "zona de confort" a mi casa. Él parecía odiarla. Encontré mejores cerraduras y Luis no volvió.
Sí lo sé, la casa ya tenía unicornios antes de él... es que antes de mudarme a ella, vivia en la casa de mis padres y ahí solo había libros desordenados y una cocina sucia. ¡Nunca más! Eso invitaba al dragón, el desorden, el dedicar tiempo a la cocina, el estudiar de mundos lejanos. Eso hace que se metan los dragones a las casas y yo soy chica de un solo dragón. Por cierto, mis padres no notaban al dragón, estaban distraídos comiendo y leyendo.
El dragón se metía en mí y yo me salía de mí porque no cabíamos en el mismo cuerpo. Tenía miedo de que lo rompiera, de que lo quemara, de que lo matara, porque siempre amenazaba con su fuego. El dragón no era malo; lo admiraba; era fuerte, no como mis padres, pero sí le temía. Él me regaló mi primer unicornio, no puedo dejar de amar a ese unicornio y no puedo dejar de amar a ese dragón ¿Por qué tenía que amenazarme? Quizá hubiéramos cabido muy bien juntos dentro de mí si no fuera por su tendencia a quemarlo todo.
¿Te imaginas un dragón dentro de ti? Fuerte, grande, poderoso, vivo...
Mis padres no me tocaban, pero el dragón me daba su calor... era aterrador y era lo único que me mantenía viva. Si mi padre no lo hubiera visto aquel día, el dragón aún estaría vivo y quizá yo aún viviría en la casa de mis padres. Pero mi padre lo vio. Yo estaba fuera de mí, visitando mundos lejanos para que el dragón pudiera visitar mi interior, entonces, lleno de rabia, mi padre sacó su espada y la clavó justo en el pecho del dragón.
Había sangre, quizá mía también. Vi entonces la luz en mis manos y supe del poder de mi magia. Empecé justo ahí a construir mi casa, me llevé a mis unicornios y arrastré el cuerpo del dragón que en mi jardín se convirtió en el manantial que nos da vida. A lo lejos la voz de mi padre me invitaba a guardar el secreto, ya sabía que era un secreto, no soy tonta. El secreto está guardado en una caja dentro de una bóveda, dentro de mi casa con cerraduras nuevas. Luis no estuvo ni cerca de encontrarlo, estaba distraído disparando con su rifle de chiste a mis pobres unicornios.
Mi mamá ha leído algo en el internet y quiere llamar a mi casa psicosis, primero mi papá dijo que no era para tanto, tenía miedo que vinieran Luises más listos y sacaran a la luz nuestro secreto. No podía permitirlo, es por el bien de mi madre, ella no podría con la verdad. Pero después de una cuidadosa reflexión, mi padre pensó que psicosis era una buena idea. ya que podía culpar a mi imaginación de cualquier cosa que pudiera yo decir; nada oculta mejor el secreto que lanzar el contenedor del mismo al fondo de un manicomio.
En fìn, esas cosas pasan allá afuera, gracias a mi magia y mi dragón que ya no vivo con los locos de mis padres y que ya tengo mi casa o como gustes llamarla, una rosa no pierde su perfume si la llamamos caca y mi casa no pierde su belleza si la llamamos locura.
LP Carlos Ávila Pizzuto
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Información: Taller Transformando Al Monstruo
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