LA BELLA
Por Carlos Ávila Pizzuto
Hagamos un acercamiento a sus pies y escuchemos el repiquetear de sus tacones en el piso de mármol que constituye el pasillo de acceso al bar. Subamos la mirada poco a poco para poder ver la piel morena clara sin una sola evidencia de desarrollo capilar y sin ninguna imperfección aparente en sus tobillos, pantorrillas, rodillas y la mitad de sus muslos, áreas de piel totalmente expuestas al disfrute de nuestra mirada.
Si seguimos y no creo que haya muchos que quieran dejar este recorrido, encontramos el delicado vaivén de la elegante tela que conforma la falda roja tipo evasé hecha con shantung de seda.
Alrededor de la cintura, que ahora centra nuestra atención, encontramos que la falda se encuentra y se interna en una blusa marfil con una rosa estampada, el tallo de la misma arranca cerca de la cintura y como si quisiera llevarnos con los ojos sube hasta el pecho donde inicia el brote de la rosada flor y que lanza sus pétalos hasta el hombro. La blusa se mueve con ese elegante andar y el penduleo de sus brazos medio cubiertos por las mangas de tres cuartos con acabado medieval que siguen dando esa sensación de que algo flota sobre de ella. Los delgados brazos solo lucen una cadena de oro de besos y abrazos con brillantes y en las manos, bien manicuradas centella solo un anillo de alianza y un diamante de compromiso. (Espero no hayamos creído que ella podía ser para nosotros.)
Movamos la mirada hacia el moderadamente escotado borde superior de la blusa, nada exagerado, es verdad, pero que permite intuir senos naturales y firmes, (bueno eso intuimos casi siempre) y en la piel de su pecho cuelga un dije discreto y lindo de perla sostenido por una delgada cadena de oro que parece dar muchas vueltas por su delgado cuello.
¿Me acompañan al cuello y rostro?
El cuello es largo, con la forma de un perfecto reloj de arena, sobre él se sostiene un rostro orgulloso, no hay papada solo rasgos finos de quijada y barbilla. Labios medianos y con una sonrisa de revista, quizá la ensayo para esta entrada triunfal. De sus lóbulos cuelgan aretes que hacen juego con el dije de perla. Sus ojos son color miel y miran hacia arriba, como dándonos a entender que no le importamos para nada. Ese arrogante rostro está enmarcado en una cabellera lacia que llega a la mitad de su cuello, dándole a su belleza un toque ejecutivo.
No sé ustedes, pero es como si ese flotar, ese fluir que podíamos respirar en su ropa estuviera muy ausente en su rostro, en sus expresiones se respira rigidez, gestos de catálogo, movimientos estudiados. No sé qué piensan, creo que es algo como que no confía en su belleza y trata de actuarla. Lamentablemente no podemos hacer un acercamiento a sus sentimientos, a sus pensamientos a su alma así que eso permanecerá oculto a nuestros ojos y a los de todo el resto de los humanos que no tenemos el don de mirar directamente esas sutilezas.
En su andar decidido rebasa nuestra perspectiva y podemos ahora verla desde atrás. Ustedes elijan que acercamientos quieren hacer desde este punto de vista y de paso veamos las luces láser, las pantallas brillantes de los teléfonos, las personas caminando y bailando; escuchen el sonido de la música rítmica, fuerte y animada; inhalen el olor a perfumes, a tabaco y alcohol. Vean como ella se introduce en ese mundo, no fue fácil, parece que entra en casa, pero para poder cruzar ese pasillo tuvo que dedicar horas de gimnasio, depilación, salón de belleza, selección de atuendo, baño y maquillaje. Ahora vemos como se pierde entre un tumulto de personas, algunas sorprendentemente parecidas a ella, pero no nos alejemos demasiado, debemos saber qué hará a continuación, esta historia aún no ha sido contada.
Síganme, la estamos buscando entre todas estas personas que se ven como pez en el agua dentro del club, los hombres se mueven seguros, pero nos dejemos engañar por las apariencias, ya hemos notado que no se puede ver dentro de la piel, camisas ajustadas, pantalones brillantes de pinzas y ajustados al tobillo, zapatos tipo bota de caminar, algo brillante en el pecho, barbas cortas y con contornos bien rasurados, cabello corto de atrás con copetes altos. Movimientos amplios, veloces, voces altas, risas estridentes, conversaciones animadas con respecto a nada importante. Ropas y movimientos vemos, sentimientos no sabemos, ellos llevan horas bebiendo para animarse a mezclarse con los otros en el club, seguro no es tan simple. Sigamos en búsqueda de nuestra chica, no la confundan con otros vestidas igual o caminando igual, la nuestra es única e irrepetible, aunque se esfuerce por uniformarse con todas.
La vemos y hacemos otro acercamiento esta vez a sus ojos, está ansiosa ¿Lo ven? Mira con angustia a un hombre que se ve muy tranquilo y que bebe y habla a gritos con sus compañeros de mesa. Es como si él no la notara. Podemos suponer que ella odia no ser notada, no eso no es correcto, ella se horroriza de no ser notada, más bien.
Ella gira sobre su propio eje, en gesto histérico y su falda vuela, si solo miramos su falda, parecería algo lindo y sensual, pero al verla completa se percibe tensión, desesperación y rabia. Él se pone de pie. Ella se le acerca y abre mucho la boca, su cuello se inflaman y pierde esa textura perfecta para dejar brotar venas y huesos, sin duda está gritando, miren sus puños, se le rompe una uña apretando los dedos contra la palma. Pobre mujer suponemos que está desesperada.
El hombre al levantarse deja ver una panza grande y las bolsas de su pantalón están demasiado abiertas, creemos que a este le faltan dos tallas para ajustarle bien. Si miramos a sus ojos vemos que los gira y los deja en blanco. Toma un vaso de la mesa, su bebida es azul y brilla, le da un trago y luego con aires de indiferencia dice algo, no está gritando.
Ella se queda en silencio y miramos sus ojos de cerca porque están produciendo lágrimas. Se da vuelta y camina hacia la puerta lentamente y con la cabeza baja. No hay más arrogancia en su postura, otras mujeres se le acercan y la abrazan, ella sigue caminando. Una de ellas, la deja y se dirige a la mesa del hombre, al parecer le grita, él la ignora y luego le muestra su dedo de enmedio.
Nuestra chica deja el club son las 12:30.
Vemos un reloj en el pasillo de acceso al club, marca la 1:47 y bajamos la atención al pasillo de mármol. Vemos otros zapatos, más bajitos y que repiquetean menos; vemos una falda oscura que llega a los tobillos y que si subimos la mirada nos llevará a una blusa fajada, es púrpura, amplia, de mangas hasta las muñecas, no nos gusta, el cuello de la blusa tapa el delicado reloj de arena, el rostro muestra una expresión menos viva, los labios no son turquesa, más bien rosas, casi como si no llevarán labial y los ojos miel, están rodeados de líneas rojas de quien ha llorado a mares. Al caminar oculta las manos, para disfrazar la uña rota. En su andar rebasa nuestro punto de vista y vemos su cabeza humillada entrando al club. Se ven las luces, se oye la música, se ve la gente pasar, el olor a tabaco, sudor y alcohol impregnan el lugar. Nos movemos detrás para no perderla esta vez y la seguimos hasta la mesa del hombre.
Él está más borracho, grita más fuerte y mira de reojo a una chica de busto prominente. Nuestra mujer nota la indiscreción del hombre y aprieta el puño dentro de las bolsas de su ridícula falda de abuelita, como ella la llamaba. Se ve que ella abre la boca y él voltea a verla, la mira en ese atuendo, se pone de pie, le aplaude y con un gesto invita a sus compañeros de mesa a aplaudir. Ella toma la falda con sus manos y expandiéndola a los lado hace una caravana. Ellos ríen, él le hace espacio para que ella se siente. Ella se sienta.
Ella se sirve una bebida azul brillante y mira solo a su hombre, mientras las personas alrededor murmuran. Alargamos nuestro micrófono intentando oír que es lo que dicen y entre la musica y el ruido solo podemos captar una voz de mujer que dice entre risas: "Está horrible esa vieja".
Tercer cuento #TransformandoAlMonstruo
¿Y SI CAMBIAMOS NUESTRA HISTORIA? Taller Transformando al Monstruo en un Ángel
Por Carlos Ávila Pizzuto
Hagamos un acercamiento a sus pies y escuchemos el repiquetear de sus tacones en el piso de mármol que constituye el pasillo de acceso al bar. Subamos la mirada poco a poco para poder ver la piel morena clara sin una sola evidencia de desarrollo capilar y sin ninguna imperfección aparente en sus tobillos, pantorrillas, rodillas y la mitad de sus muslos, áreas de piel totalmente expuestas al disfrute de nuestra mirada.
Si seguimos y no creo que haya muchos que quieran dejar este recorrido, encontramos el delicado vaivén de la elegante tela que conforma la falda roja tipo evasé hecha con shantung de seda.
Alrededor de la cintura, que ahora centra nuestra atención, encontramos que la falda se encuentra y se interna en una blusa marfil con una rosa estampada, el tallo de la misma arranca cerca de la cintura y como si quisiera llevarnos con los ojos sube hasta el pecho donde inicia el brote de la rosada flor y que lanza sus pétalos hasta el hombro. La blusa se mueve con ese elegante andar y el penduleo de sus brazos medio cubiertos por las mangas de tres cuartos con acabado medieval que siguen dando esa sensación de que algo flota sobre de ella. Los delgados brazos solo lucen una cadena de oro de besos y abrazos con brillantes y en las manos, bien manicuradas centella solo un anillo de alianza y un diamante de compromiso. (Espero no hayamos creído que ella podía ser para nosotros.)
Movamos la mirada hacia el moderadamente escotado borde superior de la blusa, nada exagerado, es verdad, pero que permite intuir senos naturales y firmes, (bueno eso intuimos casi siempre) y en la piel de su pecho cuelga un dije discreto y lindo de perla sostenido por una delgada cadena de oro que parece dar muchas vueltas por su delgado cuello.
¿Me acompañan al cuello y rostro?
El cuello es largo, con la forma de un perfecto reloj de arena, sobre él se sostiene un rostro orgulloso, no hay papada solo rasgos finos de quijada y barbilla. Labios medianos y con una sonrisa de revista, quizá la ensayo para esta entrada triunfal. De sus lóbulos cuelgan aretes que hacen juego con el dije de perla. Sus ojos son color miel y miran hacia arriba, como dándonos a entender que no le importamos para nada. Ese arrogante rostro está enmarcado en una cabellera lacia que llega a la mitad de su cuello, dándole a su belleza un toque ejecutivo.
No sé ustedes, pero es como si ese flotar, ese fluir que podíamos respirar en su ropa estuviera muy ausente en su rostro, en sus expresiones se respira rigidez, gestos de catálogo, movimientos estudiados. No sé qué piensan, creo que es algo como que no confía en su belleza y trata de actuarla. Lamentablemente no podemos hacer un acercamiento a sus sentimientos, a sus pensamientos a su alma así que eso permanecerá oculto a nuestros ojos y a los de todo el resto de los humanos que no tenemos el don de mirar directamente esas sutilezas.
En su andar decidido rebasa nuestra perspectiva y podemos ahora verla desde atrás. Ustedes elijan que acercamientos quieren hacer desde este punto de vista y de paso veamos las luces láser, las pantallas brillantes de los teléfonos, las personas caminando y bailando; escuchen el sonido de la música rítmica, fuerte y animada; inhalen el olor a perfumes, a tabaco y alcohol. Vean como ella se introduce en ese mundo, no fue fácil, parece que entra en casa, pero para poder cruzar ese pasillo tuvo que dedicar horas de gimnasio, depilación, salón de belleza, selección de atuendo, baño y maquillaje. Ahora vemos como se pierde entre un tumulto de personas, algunas sorprendentemente parecidas a ella, pero no nos alejemos demasiado, debemos saber qué hará a continuación, esta historia aún no ha sido contada.
Síganme, la estamos buscando entre todas estas personas que se ven como pez en el agua dentro del club, los hombres se mueven seguros, pero nos dejemos engañar por las apariencias, ya hemos notado que no se puede ver dentro de la piel, camisas ajustadas, pantalones brillantes de pinzas y ajustados al tobillo, zapatos tipo bota de caminar, algo brillante en el pecho, barbas cortas y con contornos bien rasurados, cabello corto de atrás con copetes altos. Movimientos amplios, veloces, voces altas, risas estridentes, conversaciones animadas con respecto a nada importante. Ropas y movimientos vemos, sentimientos no sabemos, ellos llevan horas bebiendo para animarse a mezclarse con los otros en el club, seguro no es tan simple. Sigamos en búsqueda de nuestra chica, no la confundan con otros vestidas igual o caminando igual, la nuestra es única e irrepetible, aunque se esfuerce por uniformarse con todas.
La vemos y hacemos otro acercamiento esta vez a sus ojos, está ansiosa ¿Lo ven? Mira con angustia a un hombre que se ve muy tranquilo y que bebe y habla a gritos con sus compañeros de mesa. Es como si él no la notara. Podemos suponer que ella odia no ser notada, no eso no es correcto, ella se horroriza de no ser notada, más bien.
Ella gira sobre su propio eje, en gesto histérico y su falda vuela, si solo miramos su falda, parecería algo lindo y sensual, pero al verla completa se percibe tensión, desesperación y rabia. Él se pone de pie. Ella se le acerca y abre mucho la boca, su cuello se inflaman y pierde esa textura perfecta para dejar brotar venas y huesos, sin duda está gritando, miren sus puños, se le rompe una uña apretando los dedos contra la palma. Pobre mujer suponemos que está desesperada.
El hombre al levantarse deja ver una panza grande y las bolsas de su pantalón están demasiado abiertas, creemos que a este le faltan dos tallas para ajustarle bien. Si miramos a sus ojos vemos que los gira y los deja en blanco. Toma un vaso de la mesa, su bebida es azul y brilla, le da un trago y luego con aires de indiferencia dice algo, no está gritando.
Ella se queda en silencio y miramos sus ojos de cerca porque están produciendo lágrimas. Se da vuelta y camina hacia la puerta lentamente y con la cabeza baja. No hay más arrogancia en su postura, otras mujeres se le acercan y la abrazan, ella sigue caminando. Una de ellas, la deja y se dirige a la mesa del hombre, al parecer le grita, él la ignora y luego le muestra su dedo de enmedio.
Nuestra chica deja el club son las 12:30.
Vemos un reloj en el pasillo de acceso al club, marca la 1:47 y bajamos la atención al pasillo de mármol. Vemos otros zapatos, más bajitos y que repiquetean menos; vemos una falda oscura que llega a los tobillos y que si subimos la mirada nos llevará a una blusa fajada, es púrpura, amplia, de mangas hasta las muñecas, no nos gusta, el cuello de la blusa tapa el delicado reloj de arena, el rostro muestra una expresión menos viva, los labios no son turquesa, más bien rosas, casi como si no llevarán labial y los ojos miel, están rodeados de líneas rojas de quien ha llorado a mares. Al caminar oculta las manos, para disfrazar la uña rota. En su andar rebasa nuestro punto de vista y vemos su cabeza humillada entrando al club. Se ven las luces, se oye la música, se ve la gente pasar, el olor a tabaco, sudor y alcohol impregnan el lugar. Nos movemos detrás para no perderla esta vez y la seguimos hasta la mesa del hombre.
Él está más borracho, grita más fuerte y mira de reojo a una chica de busto prominente. Nuestra mujer nota la indiscreción del hombre y aprieta el puño dentro de las bolsas de su ridícula falda de abuelita, como ella la llamaba. Se ve que ella abre la boca y él voltea a verla, la mira en ese atuendo, se pone de pie, le aplaude y con un gesto invita a sus compañeros de mesa a aplaudir. Ella toma la falda con sus manos y expandiéndola a los lado hace una caravana. Ellos ríen, él le hace espacio para que ella se siente. Ella se sienta.
Ella se sirve una bebida azul brillante y mira solo a su hombre, mientras las personas alrededor murmuran. Alargamos nuestro micrófono intentando oír que es lo que dicen y entre la musica y el ruido solo podemos captar una voz de mujer que dice entre risas: "Está horrible esa vieja".
FIN
¿Y SI CAMBIAMOS NUESTRA HISTORIA? Taller Transformando al Monstruo en un Ángel
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