Julia elige su atuendo para la disco.
Es sábado, sus amigas le han insistido que vaya porque ella suele ser la
chica más divertida de la noche, no es la que más se divierte, pero es la que
más hace reír, la que cuenta las historias más simpáticas, la que invita a los
chicos a sentarse a la mesa con ellas, Julia no puede faltar. Pero esta tarde
Julia se siente sin ánimos. Quería quedarse en casa, ver unas películas y comer
todo lo que se le pueda ocurrir, sin embargo, la han convencido de ir. He de
aclarar que Julia no es difícil de convencer.
Saca su vestido rojo, el cortito, espera que cierre, no siempre lo puede
usar porque a veces aumenta o baja de peso de una semana a otra. Encuentra la
ropa interior que le parece más sensual. Seguramente alguien la vera sin
vestido en las próximas horas.
Julia se motiva a sí misma a salir fantaseando con que podrá beber
mucho, eso le gusta tanto como comer, bueno, no es que le guste, la calma;
fantasea también con encontrar un hombre o una chica que quiera acostarse con
ella, hacer cosas ricas y asquerosas.
Se desnuda, entra a la regadera, en el baño no hay espejos que puedan
devolverle la plenitud de su imagen. Revisa que no haya vellos donde no deba de
haber, y los que hay, los quita con unas pinzas. Para bañarse usa abundante
jabón, ya ha pasado que se descubre oliendo a sudor en la disco y eso la
avergüenza mucho como casi todo en ella.
Para no pensar más en su vergüenza, imagina que se encuentra un chico
muy sensual y que tras un breve contacto visual, con sutiles movimientos de
fina coquetería logra que él se acerque a ella, la bese y le haga el amor en
una esquina de la disco ante algunas miradas libidinosas y envidiosas de otras
chicas y chicos ¡Vaya! Eso la excita y la excitación la hace olvidar.
Termina su baño, revisa su teléfono móvil y responde entre risas y
ansiedades algunos mensajes. Sus amigas ajustando los arreglos logísticos de la
salida, mamá preguntando si ya comió, algunos ex amantes que alimentan sus
fantasías y el hombre de la semana pasada, a ese no sabe bien cómo responderle,
es complicado.
Se seca y tira la toalla al piso, luego la pisa y se seca los pies, la
levanta la exprime y la cuelga.
Se pone antitranspirante en aerosol en todo su cuerpo, le da pena sudar.
Se estrangula los senos con el sostén, se coloca su pataleta de encaje, hace
juego con el sostén, el juego es negro. Respira profundo, tiene miedo de
probarse el vestido y descubrir que no le va. Cierra la mente y trata de
ponérselo, intentando no darse cuenta si está demasiado ajustado. Logra meterse
en la prenda, pero escucha el crujido de la tela al desgarrarse…
Sin darse tiempo a sentir el dolor que su emoción experimenta, se saca
el vestido y se mete en uno negro menos ajustado, pero igual de corto. Deben
verse sus piernas, debe notarse que está en oferta.
Se maquilla, usa un espejo que solo refleja la parte de su rostro que está
tratando, no le gusta ver su cara, le resulta demasiado redonda. De hecho, hoy
pasó una buena parte de su tarde recortando fotografías que no la muestran
completa para subirlas al Facebook y ganar algunos “me gusta”.
Vibra el teléfono, es él de nuevo. Es un comentario muy sexual. Julia
siente su sangre arder y su corazón apretarse. Su mente tiene deseos que su
cuerpo complace y que su corazón rechaza. Ella contesta:
“Fuiste demasiado lejos, te dije que
eso no y no te importo…”
Entra a la cocina y se prepara un emparedado lleno de sobrantes de
comidas anteriores y con mucha mayonesa. El teléfono vibra. Es él de nuevo, es
una propuesta de encontrarse después de la disco en un terreno baldío justo al
lado de la casa de la novia de él. Adrenalina recorre el cuerpo de Julia.
“No debo, aún me duele lo que me
hiciste…”
Se termina el emparedado, se lava los dientes, se envuelve en una nube
dorada de perfume pulverizado.
El teléfono vibra, se está colocando sus zapatos de tacón. Quiere hacerlo rápido está ansiosa por leer
el mensaje. Mira la pantalla y se sonroja… Luego escribe:
“No debo, una mujer debe tener
dignidad, me tengo que dar a respetar ¿No?”
Escucha el timbre, y corre porque abajo la esperan sus amigas. Se sube al
auto, alguien hace una broma sobre el dolor que ha de sufrir el carro por
llevar tanto peso, todas fingen que reciben el comentario como si fuera
dirigido a ellas. Julia sabe que debe mostrarse divertida, no dará a notar su
molestia y bromea con ellas sobre el gusto que sienten los hombres por las
carnes abundantes de una mujer bien dada.
El teléfono vibra, Julia trata de ver el mensaje sin que las otras lo
lean. Lo que lee la entristece y contesta:
“Nos vemos en la puerta, espero tu novia no oiga mis gritos de placer…”
Paula, una de sus amigas nota la expresión oscura en el rostro de Julia
y le pregunta sobre sus aquello que la está inquietando. Julia guarda silencio
y piensa en la toalla que quedó colgada, después de haber sido pisada y exprimida.
Una risa distrae la atención de Paula y se olvida de Julia. Julia lo
entiende, nadie la quiere, por gorda.
CARLOS ÁVILA PIZZUTO
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