¿EL AMOR ES SACRIFICIO?
Por Carlos Ávila Pizzuto
Hablando sobre el amor en una conferencia,
decía yo que nos hace falta aprender a convivir con lo que es, aun cuando no sea
lo que quisiéramos que fuera; y fui interrumpido… La persona levantó la voz decía
que se dedicaba a ayudar a parejas a llevar una buena relación y decía que la
base de su ayuda consistía en decirle a sus usuarios que el sacrificio es una
muestra de amor.
Esa persona puso un ejemplo, decía que, si
yo sé que mi manera de vestir, comer, o lo que sea no es del gusto de mi pareja
debía hacer un pequeño sacrifico y cambiarla. Su tesis sería del tipo: Si el
otro está bien, la relación está bien.
Yo no pude evitar pensar en los chicos que
van a casar y sus amigos le tocan una marcha fúnebre. Si estar en pareja es
volverme lo que al otro le gusta, casarse es un suicidio. Luego le pregunté: ¿Porque
no le dices a la persona a la que no le gusta el vestir, comer, o lo que sea
que sacrifique su deseo de cambiar al otro?
Si dos personas en una pareja están sacrificando
su identidad, valores, necesidades, preferencias, etc. para ser amados, no
están amando. Creo que esa idea de cambiar para gustar es una forma infantil de
amar, una especie de amor negativo, es decir, un amor que busco recibir. Por
otra parte, cuando mi esfuerzo deja de ser el de someterme al gusto del otro,
para ser el aprender a legitimar al otro con su forma de ser, el amor se vuelve
positivo, es un dar. Ese dar, pone en el centro de mi bienestar en mi capacidad
de amar y no en la esperanza de que el otro cambie tanto como yo para sostener
el equilibrio.
¿Entonces ya tengo una formula?, ¿el amor
de pareja es un dar comprensión, aprecio y respeto a lo que el otro es y
sacrifico mis anhelos de lo que me gustaría que fuera? La verdad no creo que
sea tan simple. Las formulas si bien en un momento son soluciones, en otro
momento se vuelven cadenas.
No solo pude resultarnos cansado el amar
al otro sin recibir una devolución, sino que también puede ser un gusto hacer
un cambio, una ofrenda o un ajuste para contribuir al bienestar del otro, quizá
no para gustarle sino porque servir, cuando es en libertad, es un gozo.
¡Muy vago! ¿Cuándo es un gozo y
cuando es un sacrificio?, ¿cuándo es en libertad y cuándo es por deber?,
¿cuándo es dar y cuándo es recibir?
En nuestro trabajo con parejas esas preguntas no las respondemos por la
pareja. Más bien creo que hace falta concebir la idea de una pareja
inteligente, que se escucha, que se observa, que reflexiona sobre sí misma para
ir haciendo ajustes que les permitan volver su convivencia una de amor y no una
de sacrificios obligados por el deber; una donde nadie se vacié en beneficio
del otro; una en que ambos florezcan.
Para tener una pareja inteligente, hasta
donde sabemos hoy, se necesita que haya dos personas que tengan la voluntad de
hacer una relación donde ambos tengan la oportunidad de florecer; la costumbre
de manifestar con libertad insatisfacciones, no como exigencias sino como
señales de que algo no es perfecto en la relación y necesita considerarse; y
una actitud de escuchar la insatisfacción del otro no como un reclamo sino como
una invitación a buscar ajustes.
En resumen, que el bienestar de la relación sea la prioridad y que de
ese bienestar emerja el bienestar de cada uno de ellos. Esto sería dejar el: “Si
yo estoy bien entonces el otro está bien,” (que no es cierto) dejar el “si el
otro está bien yo estoy bien,” (que no es cierto) por el “si la relación está bien, nosotros estaremos bien en ella.” No
estoy seguro si esto sea cierto, pero lo creo un avance.
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