QUISIERA ALEJARME Y OLVIDAR TODO
Carlos Ávila Pizzuto
Marina entra a al departamento donde vive con su mamá y su hermana mayor, está acalorada, camina a la cocina , se sirve un vaso de agua, busca algo que comer aun sin quitarse la mochila, encuentra unas galletas Oreo. Se enoja, le acaba de decir a su mamá, justo ayer, que las galletas Oreo tiene un componente tóxico muy peligroso y como si le hubiera dicho, mamá cómprame unas galletas Oreo, porque es lo único que hay en la despensa. No come nada, va a su cuarto, tira la mochila en una esquina y se recuesta en la cama. Hace calor adentro del departamento y la cama le da más calor pero ya no tiene energías para hacer nada más, así que ni se quita el suéter que le pusó su mamá en la mañana.
El cuarto de Mariana podría ser el de un chico más que el de una chica, tienes posters de Clapton, Hendrix y de Nina Simone - podría agregar parece más el cuarto de un chico de hace casi un siglo que de una chica millenial - una guitarra, un teclado viejo con dos teclas sumidas, un armario cerrado y un escritorio muy bien ordenado. No hay juguetes, no hay un sofisticado equipo de sonido, solo audifonos baratos para conectarlos a su celular donde las únicas aplicaciones que caben son Spotify (versión gratuita) y Whatsapp. Son suficientes, puede oír música magnifica cada que quiere y siempre que su madre no le quita el WiFi cuando se enoja con ella porque no socializa.
En el cuarto también hay una foto de su papá pero está oculta bajo una libro grande de historia del blues que le regaló él. Su padre no vive con ellas desde hace un año, porque ahora tiene un novio y su mamá dice que lo quiere más que a su familia y que es un enfermo pervertido. Si su madre encontrara la foto la rompería, ya pasó una vez.
En un cajón del escritorio hay todo lo necesario para hacer una tarea, pero nada más de lo necesario. Hay poco dinero, dice su mamá, aunque la mandan a una escuela cara, a su hermana también, su padre viaja mucho y ella, la madre, siempre tiene para un vestido nuevo. Lo que se entiende es que hay poco dinero para útiles, para cuerdas de guitarra, para clase de música, para un amplificador, para conciertos y para comida; pero hay suficiente para ropa de marca y mochila nueva. Hay de dineros y dineros, supone Marina.
Esa mañana la llevaron al colegio después de bañarse y de haber comido un cereal que no le gusta. Las clases fueron tediosas, Marina entiende las matemáticas antes que todas sus compañeras y debe quedarse callada y sentada mientras le explican a las demás. La historia le parece un fraude, es a su entender, la interpretación tendenciosa de algunos documentos por parte de un autor pagado por un interés político, que luego es interpretado por una maestra que cree de todo corazón que Benito Juárez era una especie de papa de una religión satánica, misma a la que pertenecen Andrés Manuel López Obrador y Peña Nieto. La clase de español, la enseña una mujer que sabe bien la lengua, por fortuna, pero que huele a cenicero y que la toca mucho y de formas, que si bien no sexosas, sí invasivas. El tema de lo sexoso, bueno eso fue antes con un maestro de deportes que la tocaba de más pero lo despidieron sin que nadie supiera porque. Marina nunca dijo nada. Su mamá dice muy seguido que las que las niñas que denuncian abusos sexuales es porque son berrinchudas y vengativas contra la autoridad o porque se lo buscaron. Bueno eso ya pasó hace años y no ha vuelto a ocurrir, ahora solo es la maestra apestosa y sobona. Las compañeras fueron tan idiotas como siempre son y hablan de cosas aún más idiotas...
Ella mejor se va en los recesos a oír música, música es su única amiga y es también amiga de su papá, fue a través de la amistad de su papá con la música que ella conoció esas historias de hombres y mujeres bravas que denunciaban su sufrir en una sociedad opresora y fue así como encontró el anhelo de dedicarse a hacer y tocar música que le haga compañía a otras personas como ella que viven solas en un mundo lleno de idiotas.
Las maestras, las compañeras, la mamá y la hermana de Marina, están de acuerdo que es muy rara y la han mandado a terapia muchas veces. Hoy irá con un psicologo nuevo. No le dirá nada, no lo conoce pero no confía en él. Se pondrá unos jeans, una camisa planchada, unos zapatos deportivos; se cepillará el pelo; llegará su mamá, la llevará al consultorio, esperará en una sala aburrida tolerando la incomodidad de su mamá que le comunicará muchas veces lo preocupada que está de que no socialice como una niña normal.
Una vez dentro del consultorio, el psicólogo usará sus estrategias modernas para crear rapport, por lo general alguna broma tonta y mencionar el nombre de algún artista idiota que le guste a las compañeritas idiotas de la escuela. Marina no responderá y el psicólogo centrará su atención en la madre, que es siempre la que usa su consulta para hablar pestes del padre y lo frustrada que se siente.
¿Por qué el padre de Marina no es suficientemente valiente como para cuidar de sus hijas aún cuando su vida sea difícil? ¿Quá no eran sus hijas su tesoro más preciado? Son preguntas que Marina se hace, yo me hago y quizá ustedes se hacen de su propio padre y del de Marina también.
Regresando de la terapia la madre de Marina se encerrará a llorar en su cuarto preguntándose ¿por qué Dios le mandó una hija rara?
Marina no escribirá nada en su Facebook, aprendió la lección, una vez regresando de una sesión con otro psicólogo escribió: "Quisiera irme lejo y no pensar en nada." Y su padre que nunca le dice nada, tuvo la genial idea de comentar esa triste confesión de una chica que no en su casa no se siente en casa, con un estúpido y prejuicioso meme...
Mejor Marina se duerme y sueña que está tocando en un escenario y que en un palco, llenos de orgullo, papá y mamá agradecen a la vida tener una hija tan talentosa.
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