Carta de un Pobre Padre a su Pobre Hijo
Por
CARLO ÁVILA PIZZUTO
Querido Hijo:
Hace mucho tiempo que no te escribo ni te hablo y hoy mi corazón me obliga a hacerlo.
Anoche vino a hablar con nosotros tu esposa, estaba desesperada y deseaba de nosotros, tus padres, comprensión de un sufrir que ella decía que tú ocasionas y tú no te esfuerzas por comprender.
Hijo, me sentí profundamente avergonzado, pero no creas que me avergüenzo de ti. No hijo, de ti no sé sentir otra cosa que orgullo, te veo y mi corazón se llena amor y admiración. Mi vergüenza, en parte, viene precisamente de nunca haberte dicho lo mucho que te quiero y lo mucho que dí por sentado entre nosotros.
Ella, entre llantos habló de cómo no compartes lo que te pasa en el día, que llegas serio del trabajo, malhumorado, estresado y quejándote con ella de las cosas que a tu entender una esposa debería hacer y cómo a tu entender una esposa debería de hacerlo; habló de tu manera de beber, de tu estar lejos, de tus aventuras con otras y de cómo has desatendido a mis nietos, sí a tus adorados hijos; habló de tus gritos, manotazos y amenazas.
Mi corazón se hacía pequeño, me dolía en el alma oírla. Pero hijo, no porque estuviera enojado contigo o decepcionado de ti. No hijo, me dolía en el alma porque tu esposa hablaba de un hombre que conozco bien, sí hijo, ella hablaba de mí.
Pude recordar tu carita de miedo cuando me veías llegar del trabajo y yo en vez de maravillarme del amor que me mostrabas, pensaba en plazos, deudas, deberes, regaños de mis jefes, errores de mi grupo, en clientes que se echaban para atrás, en el dinero que no ganaría y que en mi mente eso era para demostrarte mi amor, a tí, a tus hermanos y a tu madre. Hubiera sido más fácil mostrarte amor abrazándote, pero no lo hice, al menos no lo suficiente. Teniendote ahí tan lleno de amor, te hacía un lado porque quería beber, evitar la mirada crítica de tu madre, los problemas escolares de ustedes y ocultar el olor de mis romances de oficina.
Hijo estuve tan lejos de tí y perdí tanto de tu amor en mi distracción.
Hoy desde lo profundo de mi pena quiero decirte cuanto lamento haberte enseñado a que ser hombre es vivir sufriendo. Hijo, quiero decirte cuanto lamento haberte enseñado que ser hombre es ser frío, distante, violento, superficial, insensible y solitario.
Los años, la perspectiva del tiempo y las palabras de tu esposa a quien quiero mucho, me han regalado algo, que sé que no a todos les regalan. Me han regalado la capacidad ver lo triste y vacía que fue mi existencia por años y lo hermosa que puede ser cuando le pierdes el miedo al amor.
No sé si ella pueda perdonarte y volver a confiar en tí, quizá no. Si tú o yo fuéramos ella seguro no volveríamos a esa relación tan desgastante. Hijo, debes entender que ella no es como tu madre, tú mamá y tu esposa son personas que han vivido en realidades distintas. Tu madre se quedó conmigo, pero no porque fuera mejor persona o más comprensiva que tu esposa; se quedó porque nunca supo cómo irse, cómo buscar una vida mejor y porque yo en mi terror de estar sin ella, hice de todo por cortarle las alas. Gracias a Dios su espíritu no murió y aún encuentra motivos para amar la vida, pero en gran parte puedo decir que eso no es gracias a mí.
Si tu esposa se va, quiero que sepas que no te culpo, tú sólo hiciste lo que de mí aprendiste. Pero sí te pido algo, deja de creer que lo que hice y que nos hizo tanto daño es la única forma de ser hombres. No tienes que ser como yo, pero si algo en mí quieres imitar, te propongo esto:
Desde hoy dejaré de vivir como el hombre que mi padre me enseñó a ser. Tu abuelo estaba perdido, asustado, estresado y herido, así que me dio como modelo de hombre, el de un ser sin paz, sin descanso, sin lealtad y a menudo sin honor. Seguro que no es su culpa, también tuvo un padre y una madre heridos, eso lo entiendo pero, que no sea su culpa no quita lo tóxico que ha sido. Hoy decido ser mi propio hombre, uno con el valor y el honor de decir que me equivoqué contigo, conmigo, con tus hermanos y con tu madre. Uno que de hoy en adelante no tendrá miedo de su amor.
No tienes que hacerlo, no tienes que creerme, pero considera que hay una posibilidad de vivir en paz, respeto y amor con las mujeres, los hijos y los hombres.
Te mando un abrazo y cuenta con mi amor y comprensión ahora que estás pasando por momentos tan difíciles. Debes saber, aquí está siempre tu casa.
Con Amor
Tu Padre
#HablandoPaz
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CARLO ÁVILA PIZZUTO
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Hace mucho tiempo que no te escribo ni te hablo y hoy mi corazón me obliga a hacerlo.
Anoche vino a hablar con nosotros tu esposa, estaba desesperada y deseaba de nosotros, tus padres, comprensión de un sufrir que ella decía que tú ocasionas y tú no te esfuerzas por comprender.
Hijo, me sentí profundamente avergonzado, pero no creas que me avergüenzo de ti. No hijo, de ti no sé sentir otra cosa que orgullo, te veo y mi corazón se llena amor y admiración. Mi vergüenza, en parte, viene precisamente de nunca haberte dicho lo mucho que te quiero y lo mucho que dí por sentado entre nosotros.
Ella, entre llantos habló de cómo no compartes lo que te pasa en el día, que llegas serio del trabajo, malhumorado, estresado y quejándote con ella de las cosas que a tu entender una esposa debería hacer y cómo a tu entender una esposa debería de hacerlo; habló de tu manera de beber, de tu estar lejos, de tus aventuras con otras y de cómo has desatendido a mis nietos, sí a tus adorados hijos; habló de tus gritos, manotazos y amenazas.
Mi corazón se hacía pequeño, me dolía en el alma oírla. Pero hijo, no porque estuviera enojado contigo o decepcionado de ti. No hijo, me dolía en el alma porque tu esposa hablaba de un hombre que conozco bien, sí hijo, ella hablaba de mí.
Pude recordar tu carita de miedo cuando me veías llegar del trabajo y yo en vez de maravillarme del amor que me mostrabas, pensaba en plazos, deudas, deberes, regaños de mis jefes, errores de mi grupo, en clientes que se echaban para atrás, en el dinero que no ganaría y que en mi mente eso era para demostrarte mi amor, a tí, a tus hermanos y a tu madre. Hubiera sido más fácil mostrarte amor abrazándote, pero no lo hice, al menos no lo suficiente. Teniendote ahí tan lleno de amor, te hacía un lado porque quería beber, evitar la mirada crítica de tu madre, los problemas escolares de ustedes y ocultar el olor de mis romances de oficina.
Hijo estuve tan lejos de tí y perdí tanto de tu amor en mi distracción.
Hoy desde lo profundo de mi pena quiero decirte cuanto lamento haberte enseñado a que ser hombre es vivir sufriendo. Hijo, quiero decirte cuanto lamento haberte enseñado que ser hombre es ser frío, distante, violento, superficial, insensible y solitario.
Los años, la perspectiva del tiempo y las palabras de tu esposa a quien quiero mucho, me han regalado algo, que sé que no a todos les regalan. Me han regalado la capacidad ver lo triste y vacía que fue mi existencia por años y lo hermosa que puede ser cuando le pierdes el miedo al amor.
No sé si ella pueda perdonarte y volver a confiar en tí, quizá no. Si tú o yo fuéramos ella seguro no volveríamos a esa relación tan desgastante. Hijo, debes entender que ella no es como tu madre, tú mamá y tu esposa son personas que han vivido en realidades distintas. Tu madre se quedó conmigo, pero no porque fuera mejor persona o más comprensiva que tu esposa; se quedó porque nunca supo cómo irse, cómo buscar una vida mejor y porque yo en mi terror de estar sin ella, hice de todo por cortarle las alas. Gracias a Dios su espíritu no murió y aún encuentra motivos para amar la vida, pero en gran parte puedo decir que eso no es gracias a mí.
Si tu esposa se va, quiero que sepas que no te culpo, tú sólo hiciste lo que de mí aprendiste. Pero sí te pido algo, deja de creer que lo que hice y que nos hizo tanto daño es la única forma de ser hombres. No tienes que ser como yo, pero si algo en mí quieres imitar, te propongo esto:
Desde hoy dejaré de vivir como el hombre que mi padre me enseñó a ser. Tu abuelo estaba perdido, asustado, estresado y herido, así que me dio como modelo de hombre, el de un ser sin paz, sin descanso, sin lealtad y a menudo sin honor. Seguro que no es su culpa, también tuvo un padre y una madre heridos, eso lo entiendo pero, que no sea su culpa no quita lo tóxico que ha sido. Hoy decido ser mi propio hombre, uno con el valor y el honor de decir que me equivoqué contigo, conmigo, con tus hermanos y con tu madre. Uno que de hoy en adelante no tendrá miedo de su amor.
No tienes que hacerlo, no tienes que creerme, pero considera que hay una posibilidad de vivir en paz, respeto y amor con las mujeres, los hijos y los hombres.
Te mando un abrazo y cuenta con mi amor y comprensión ahora que estás pasando por momentos tan difíciles. Debes saber, aquí está siempre tu casa.
Con Amor
Tu Padre
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