¿Y la Flor?
por
Carlos Ávila Pizzuto
Esta es la historia de un alma buena.
Cuenta la leyenda que esa alma había visto desde ese lugar donde las almas ven a los hombres y las mujeres del mundo, a una pareja que se amaba, pero que su amor era frecuentemente obstaculizado por historias del pasado que ambos arrastraban y que pesaban tanto, que con frecuencia uno o el otro se colapsan ante el peso que cargaban.
El alma se conmovió con lo que veía y fue a pedirle al rey de las almas que le permitiera llevarles una flor. Solo eso quería, regalarles algo como ofrenda a su esfuerzo y a su anhelo de amarse.
El rey de las almas le dijo que para poder hacer eso debía encarnarse como hija de ellos y que cuando tuviera la edad suficiente podría conseguir y regalar esa flor. El alma aceptó y se preparó para entrar en el reino de los cuerpos.
Un día ella nació y su amor iluminó el ser de sus cansados padres. Ellos fueron muy felices de verla. Como todas las almas cuando se encarnan, llegan a la tierra agotadas del viaje, de encarnarse, de nacer, de aprender a respirar y a comer. Esa pequeña necesitaba tiempo para recuperar sus fuerzas para caminar, buscar la flor y dársela a sus ahora padres. Lamentablemente esos padres estaban tan cargados de su historia que no tenían tiempo para esperar a que su hija pudiera hacerles ese regalo y sin darse cuenta, la empezaron a usar para tomar de ella el amor que viajó bajo su brazo desde el reino de las almas. Ella nunca lo negó o lo limitó, entregó todo lo que traía aún cuando lo necesitaba para forjar su propia fuerza humana, esa fuerza que se necesita siendo humano para ser libre de regalar flores.
Alma como le llamaron, empezó a sentir el cansancio de cargar con una historia, la historia de dar y dar aún antes de recibir lo necesario para ser, como dicen en la tierra, ella misma. Poco a poco se olvidó de amar su cuerpo y se dedicó a ser la fuente de calma y descanso de sus padres. Ya más grande, sacaba buenas calificaciones, cuidaba a sus hermanos, jalaba sobre sí misma los conflictos de sus padres, ganaba dinero para ellos, todo, para que ellos pudieran ser felices.
A veces ese cansancio que se fue instalando en Alma era tierra fértil para pensamientos malignos como: ¿Cuándo verán que no son nada sin mí? y ¿qué no ven que les doy todo y ellos no agradecen? Pero Alma los desechaba de su mente rápido y forzaba una amigable sonrisa en su rostro, aún cuando los anhelos frustrados dejana ver desesperanza y desilusión en su mirada.
Alma se puso sobre los hombros su historia, la de su madre, la de su padre y la de todos sus ancestros porque se sabía bien fuerte... Pero todos sabemos que ella era solo una humana y que tenía sus límites... Me corrijo todos no lo sabemos y en realidad sus padres no lo sabían, ellos se acostumbraron a recibir de ella todo y cuando por algo ella dejaba de dar, en vez de notar todo lo que de ella recibían, se molestaban.
-¡Tan buena que era, se nos está descomponiendo! - se quejaban. No es que fueran malos es que estaban cegados por el peso de su historia. Pero para el caso no importa si es porque sean malos o no, eso sin duda dañaba a la pobre Alma.
Una noche Alma tuvo un sueño. Una flor crecía en el monte, pudo ver desde los ojos que despiertan cuando el deber duerme, el desarrollo de esa flor desde que era un semillita, un brote, un tallo, un botón y finalmente una efímera flor. El sueño la dejó llena de ansiedad, misma que no se quitó en años.
Alma buscó el sentido de esa ansiedad, preguntó a guías espirituales, médicos, chamanes, psicólogos y demás ayudadores, obteniendo de cada uno de ellos respuestas parciales al significado de su inquietud.
Mientras ella buscaba, sus padres se preocuparon... Alma no estaba ahí siempre para cargar sus historia, su matrimonio, sus responsabilidades y tuvieron miedo por un tiempo, pero eventualmente el miedo se convirtió lentamente y sin que nadie lo pudiera notar con claridad, en paz, conforme fueron viendo que Alma en su búsqueda se fue volviendo, como mal dicen los humanos, ella misma. No todo los padres lo saben pero su corazón logra descansar cuando ven que han traído al mundo a un ser que finalmente Es.
Alma buscó. Buscó amor y lo encontró y lo perdió, buscó paz, la encontró y la perdió, buscó libertad y la perdió, una y otra vez buscó, encontró y como todo en el mundo se pierde después de un tiempo, lo perdió. Sin notarlo en su buscar, encontrar y perder fue soltando cadenas, historias y pesos ajenos y se fue volviendo adulta, no plena, no realizada, no feliz pero con voluntad siguió y siguió.
Los años pasaron los padres de Alma murieron y ella sintió que les había fallado... la voluntad de buscar parecía flaquear...
Una noche el sueño de la flor volvió y esta vez ella no necesitó interpretarlo, supo escuchar al alma que es y entendió que había venido a este mundo a regalar una flor. La voluntad volvió poco a poco y con ella una claridad en la mente que a ratos parecía perdida.
-Para regar una flor tengo que ser libre de no entregarla, porque un regalo solo se da en libertad. - Entendió al fin.
Se subió a su bicicleta y pedaleó por años hasta que todo el peso de las historias se había desvanecido y quedaba solo una voluntad viva y libre. Alma se puso un vestido nuevo, se pintó de muchos colores, se expresó en muchos tonos, se movió de muchas formas hasta que se conviritó en una flor, un momento de entrega absoluta que da la vida a la vida.
En el reino de las almas los padres celebraron felices el regalo de ver a su hija ser, como dicen los hombres, ella misma.
por
Carlos Ávila Pizzuto
Para Rosa
Esta es la historia de un alma buena.
Cuenta la leyenda que esa alma había visto desde ese lugar donde las almas ven a los hombres y las mujeres del mundo, a una pareja que se amaba, pero que su amor era frecuentemente obstaculizado por historias del pasado que ambos arrastraban y que pesaban tanto, que con frecuencia uno o el otro se colapsan ante el peso que cargaban.
El alma se conmovió con lo que veía y fue a pedirle al rey de las almas que le permitiera llevarles una flor. Solo eso quería, regalarles algo como ofrenda a su esfuerzo y a su anhelo de amarse.
El rey de las almas le dijo que para poder hacer eso debía encarnarse como hija de ellos y que cuando tuviera la edad suficiente podría conseguir y regalar esa flor. El alma aceptó y se preparó para entrar en el reino de los cuerpos.
Un día ella nació y su amor iluminó el ser de sus cansados padres. Ellos fueron muy felices de verla. Como todas las almas cuando se encarnan, llegan a la tierra agotadas del viaje, de encarnarse, de nacer, de aprender a respirar y a comer. Esa pequeña necesitaba tiempo para recuperar sus fuerzas para caminar, buscar la flor y dársela a sus ahora padres. Lamentablemente esos padres estaban tan cargados de su historia que no tenían tiempo para esperar a que su hija pudiera hacerles ese regalo y sin darse cuenta, la empezaron a usar para tomar de ella el amor que viajó bajo su brazo desde el reino de las almas. Ella nunca lo negó o lo limitó, entregó todo lo que traía aún cuando lo necesitaba para forjar su propia fuerza humana, esa fuerza que se necesita siendo humano para ser libre de regalar flores.
Alma como le llamaron, empezó a sentir el cansancio de cargar con una historia, la historia de dar y dar aún antes de recibir lo necesario para ser, como dicen en la tierra, ella misma. Poco a poco se olvidó de amar su cuerpo y se dedicó a ser la fuente de calma y descanso de sus padres. Ya más grande, sacaba buenas calificaciones, cuidaba a sus hermanos, jalaba sobre sí misma los conflictos de sus padres, ganaba dinero para ellos, todo, para que ellos pudieran ser felices.
A veces ese cansancio que se fue instalando en Alma era tierra fértil para pensamientos malignos como: ¿Cuándo verán que no son nada sin mí? y ¿qué no ven que les doy todo y ellos no agradecen? Pero Alma los desechaba de su mente rápido y forzaba una amigable sonrisa en su rostro, aún cuando los anhelos frustrados dejana ver desesperanza y desilusión en su mirada.
Alma se puso sobre los hombros su historia, la de su madre, la de su padre y la de todos sus ancestros porque se sabía bien fuerte... Pero todos sabemos que ella era solo una humana y que tenía sus límites... Me corrijo todos no lo sabemos y en realidad sus padres no lo sabían, ellos se acostumbraron a recibir de ella todo y cuando por algo ella dejaba de dar, en vez de notar todo lo que de ella recibían, se molestaban.
-¡Tan buena que era, se nos está descomponiendo! - se quejaban. No es que fueran malos es que estaban cegados por el peso de su historia. Pero para el caso no importa si es porque sean malos o no, eso sin duda dañaba a la pobre Alma.
Una noche Alma tuvo un sueño. Una flor crecía en el monte, pudo ver desde los ojos que despiertan cuando el deber duerme, el desarrollo de esa flor desde que era un semillita, un brote, un tallo, un botón y finalmente una efímera flor. El sueño la dejó llena de ansiedad, misma que no se quitó en años.
Alma buscó el sentido de esa ansiedad, preguntó a guías espirituales, médicos, chamanes, psicólogos y demás ayudadores, obteniendo de cada uno de ellos respuestas parciales al significado de su inquietud.
Mientras ella buscaba, sus padres se preocuparon... Alma no estaba ahí siempre para cargar sus historia, su matrimonio, sus responsabilidades y tuvieron miedo por un tiempo, pero eventualmente el miedo se convirtió lentamente y sin que nadie lo pudiera notar con claridad, en paz, conforme fueron viendo que Alma en su búsqueda se fue volviendo, como mal dicen los humanos, ella misma. No todo los padres lo saben pero su corazón logra descansar cuando ven que han traído al mundo a un ser que finalmente Es.
Alma buscó. Buscó amor y lo encontró y lo perdió, buscó paz, la encontró y la perdió, buscó libertad y la perdió, una y otra vez buscó, encontró y como todo en el mundo se pierde después de un tiempo, lo perdió. Sin notarlo en su buscar, encontrar y perder fue soltando cadenas, historias y pesos ajenos y se fue volviendo adulta, no plena, no realizada, no feliz pero con voluntad siguió y siguió.
Los años pasaron los padres de Alma murieron y ella sintió que les había fallado... la voluntad de buscar parecía flaquear...
Una noche el sueño de la flor volvió y esta vez ella no necesitó interpretarlo, supo escuchar al alma que es y entendió que había venido a este mundo a regalar una flor. La voluntad volvió poco a poco y con ella una claridad en la mente que a ratos parecía perdida.
-Para regar una flor tengo que ser libre de no entregarla, porque un regalo solo se da en libertad. - Entendió al fin.
Se subió a su bicicleta y pedaleó por años hasta que todo el peso de las historias se había desvanecido y quedaba solo una voluntad viva y libre. Alma se puso un vestido nuevo, se pintó de muchos colores, se expresó en muchos tonos, se movió de muchas formas hasta que se conviritó en una flor, un momento de entrega absoluta que da la vida a la vida.
En el reino de las almas los padres celebraron felices el regalo de ver a su hija ser, como dicen los hombres, ella misma.
Comentarios