EL ARTÍFICE
M. Carlos Ávila Pizzuto
Psicoterapeuta
Quise hacer de ti un guerrero.
Querías hacer de ti un artista.
Quise hacer de ti una princesa.
Querías hacer de ti una aventura.
Quise hacer de mí un dios.
Quise que fueras arcilla en mis manos.
Sin que tú quisieras, me convertiste,
sin que fuera tu intención, en un estúpido.
Tengo ganas de compartir mi proceso de irme haciendo psicoterapeuta y no sé, quizá a alguna persona joven que quiera ser psicoterapeuta o una no tan joven pero que igual quiera empezar este camino, mis reflexiones le pueden ayudar. También tengo ganas de ir conociendo las historias de colegas que quieran compartir su camino conmigo y con quienes quieran leernos.
Encontré esta publicación en mi página de inicio de Facebook:
La publicación me resultó inquietante.
Antes de compartir por qué me resultó inquietante, he de aclarar que entiendo que es un tema lamentable que tantas veces las mujeres se sientan inseguras acompañadas de varones, que es muy triste que lo hombres podamos ser peligrosos para las mujeres nuestras compañeras en el camino por la vida humana.
La publicación me parece inquietante porque una mamá está asegurando que la conducta de su hijo cuando crezca será de cierta forma a causa de algo que ella haga o deje de hacer. Me imagino la presión que representa pensar que las conductas de otros sean nuestra obra. Me inquieta también porque en el subtexto se lee que si una mujer está insegura con un hombre es porque la madre de ese hombre hizo o dejó de hacer algo para que ese hombre no sea confiable o sea peligroso.
Yo parto de la idea de que en el desarrollo de una personalidad participa sin duda la madre con su entrega o falta de entrega, con su confianza o su desconfianza, con su seguridad o su violencia, con su fortaleza o su debilidad, con su energía o su cansancio, con sus palabras o sus silencios; pero no únicamente. El padre con su presencia o ausencia, con su fuerza o su impotencia, con su modelar masculinidad, con su capacidad para resolver o su incapacidad para resolver, con su manifestación de respeto o falta de respeto por las mujeres, con su calidez o su frialdad, con su valor o su cobardía, con sus palabras o sus silencios ¿No es elemento fundamental? Quizá quisiera la madre criar un hombre respetuoso de mujeres, pero ¿No tiene que ver qué ejemplo recibe del padre?
Creo que la madre o tutora que busca su bienestar existencial, que se conoce, que aprecia su sexo, que reconoce sus defectos y trabaja en saber manejarlos mejor, será como dice Evania Reichert, una madre suficiente para prevenir neurosis en sus hijos, pero el padre o las figuras masculinas son fundamentos para ir moldeando el rol de género. Una madre suficiente y un padre presente, capaz de lidiar con conflictos, respetuoso de las mujeres, en paz con su ser hombre, dispuesto a hablar de sexo, amor y relaciones, sin duda lanzan un mejor pronóstico para las hijas de las amigas que convivirán con nuestros hijos. Pero no es lo único.
Los hijos también toman decisiones, también tienen que negociar su pertenencia a grupos sociales, también deben cuestionar a su padre y madre, también tienes maestros, maestras y guías a fuera de casa.
Ellos están sujeto a abusos sexuales (físicos o simbólicos), también reciben malos tratos y encuentran caminos para ir acumulando resentimientos, también exploran con sustancias y pierden el control. Sin duda una buena relación con padres y tutores es una protección ¿Pero no deben nuestros hijos buscarse, definirse, hacerse mediante sus propias equivocaciones y aciertos?
Ha habido tiempos (recientes y aún no extintos) en que los padres tenían ya un molde en el que querían encasillar a sus hijos y otro en el que querían encasillar a sus hijas. Decía Claudio Naranjo que queremos hacer de nuestros descendientes clones, sin valorar que estábamos clonando nuestros errores, nuestro sufrimiento, nuestras exigencias, nuestro desprecio por el cuerpo y la desconfianza en el amor. Cuando hablamos de hacer hijos varones con ciertas actitudes, estamos cambiando un molde por otro. Queremos que nuestros hijos sean nuestras obras, colgarnos sus medallas, que vivan nuestras vidas, que nos llenen de orgullos ¿Pero son ellos arcilla y nosotros alfareros?
Otra razón por la que la publicación de Facebook me inquietó es porque me evocó mi anhelo de ser artífice de mis pacientes.
Recuerdo un paciente que quizá venia conmigo hace unos catorce años. Lo hice mi proyecto. Él estaba muy entregado a su trabajo en terapia y yo estaba muy entregado a mi trabajo con él. Me pregunté a veces, si era un paciente que pudiera encajar en un diagnóstico de trastorno de personalidad y me puse estudiar los protocolos para trabajar con ese tipo de pacientes, hablé con su familia, hicimos sesiones de terapia asistida con música, una bella forma de trabajar que aprendí con Víctor Muñoz Polit, hicimos meditación, imaginación guiada, ejercicios de bioenergética, exploramos su árbol genealógico, realizamos obras de arte, en fin lo intenté todo, dediqué horas y horas a comprender su experiencia, analicé sus sueños... Diría que fue un gran trabajo el que hicimos juntos ¿Por qué no me sentía yo satisfecho?
Porque yo quería que dejara de beber, que cambiara sus hábitos sexuales (estaba yo en la etapa de querer domar a la bestia no se hacerme un centauro con ella), lo quería volver un hombre exitoso..., lo adopté como hijo y trate de hacerlo a imagen y semejanza de la visión idealizada de mí mismo.
Mucha paz he encontrado en mi vida desde que comprendo con mente, corazón y tripas que mis pacientes no viven para satisfacer mis expectativas, para hacerme exitoso, para hacerme buen terapeuta, para que ofrezcan evidencia empírica de la validez de mi práctica. Mis pacientes, ahora entiendo, como yo, como mis hijos, como mi esposa, como mis hermanos, como tú, tenemos un tiempo para vivir la vida y tenemos que hacer con ese tiempo lo que tengamos que hacer para que sea un tránsito valioso. No será un tránsito siempre lleno de virtud, de amor, de respeto y salud.
A veces, nuestra búsqueda de escapar del molde que diseñaron para nosotros y en el que no cabemos, nos lleva por caminos peligrosos, oscuros, fríos, enredados, tormentosos. A veces, salimos, a veces no. Pero quien no busca no encuentra, aun cuando quizá no todo el que busca encuentra.
¿Podré acompañarte sin saber a dónde tenemos que ir?
Como pregunta Oriha Montaun Dreamer en "La Invitación" ¿Podré quedarme contigo en el centro de la hoguera sin rehuir?
BREVE RESUMEN EN VÍDEO:
¿Soy artífice del otro?
ESTA SERIE DE ENTRADAS ESTÁ DEDICADA A
IRVIN YALOM
Comentarios
Gracias por el blog y por poner palabras a mi sensación de hoy.