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EL DIVÁN DEL TIEMPO - Cuento

 EL DIVÁN DEL TIEMPO

Por Carlos Ávila Pizzuto



   -Aquí somos una institución seria y de bases científicas. - Empezó así su discurso de inauguración para el nuevo ciclo escolar, el doctor Aguirre, a los alumnos de nuevo ingreso de la carrera de psicología. - No iremos a ningún lado siguiendo tradiciones dogmáticas, oscurantistas o gringadas como los disque enfoques psicoanalíticos o humanistas. La ciencia debe ser nuestro único guía ¿Qué sirve empíricamente y de manera verificable? ¡Esa es nuestra única pregunta relevante!¡La ley debe exigir que cualquiera que practique psicología clínica lo haga bajo las normas de terapia cognitiva conductual!¡Basta de estarse metiendo con la relación con los padres!¡Qué nos importa la infancia de la persona! No hay un solo indicio científico que establezca una relación entre infancia y trastornos de personalidad, son puras conjeturas intuitivas sin valor ¡La charlatanería nos va a consumir si no luchamos contra ella! En estos años que estudien aquí, tratarán de seducirles con rollos de lo posmoderno, de los profundo, de filosofía existencial, del inconsciente, o peor, del inconsciente colectivo, de que la constelación familiar, de que el aquí y ahora, de que la auto actualización ¡Cuidado con los seudocientíficos, seudo chamanes, los obsesionados con el sexo y su madre y lo jipis! Son como canto de sirenas que se llevan a las mentes débiles por caminos de perdición. 

    Cuando hubo terminado yo aplaudí un par de veces, llevó años oyendo el mismo discurso, fui a la cafetería compré un café capuchino de esos que no son más que agua caliente con un polvo azucarado y cafeína, caminé con mi bebida en la mano hasta mi auto, un par de alumnos y una alumna me saludaron - Hola profe, bye profe - dijeron mientras me dirigían alguna sonrisa. Me despedí del guardia de seguridad del estacionamiento y manejé con algo de prisa al edificio donde tengo mi diván del tiempo. 

   Ese día fueron a usarlo cuatro personas.

    Como siempre, les pido que se pongan su ropa especial para viajar en el tiempo, que carguen con ellos lo menos posible y que confíen en que el diván les permite un viaje seguro.

    La primera en viajar fue Victoria. Ella había recordado un día en que siendo muy niña había visto a su papá besado a una amiga de la familia. 

     Cuando usamos el diván del tiempo, apuntamos al evento, la pasajera o pasajero se recuesta, se pone el cinturón de seguridad y toda la habitación empieza a girar, cruzamos un agujero de gusano y nos aparecemos justo en el momento. 

   Victoria estaba ahí en el pasado, acompañada de mí y podíamos ver la escena del beso y a Victoria pequeñita congelada mirando en silencio. 

   -¿Qué hago preguntó Victoria? 

   - Victoria pequeña puede verte y oírte ¿Qué crees que necesita saber de su yo del futuro? 

   - No sé, quizá, al menos que llegará a adulta. En ese momento sentía que el mundo se rompía. Creo que quisiera oír que en el futuro estará mejor. 

   -Puedes decirle eso y luego tal vez improvisa, deja que las ideas fluyan. Sólo te invito a que recuerdes que es una pequeña, que es tierna, inocente y que ya tiene suficientes personas regañándola. 

   Victoria, caminó hacia Victoria pequeña, le puso la mano en el hombro, se hincó para estar a la misma altura, le dijo que el futuro será mejor, le dijo que la familia cambiará pero que siempre habrá quien la cuide hasta que se haga grande y entonces podrá cuidarse más por ella misma. Le explicó que su padre no es perfecto y que a veces miente por miedo a que lo dejen de querer o lo regañen. Le dijo que ella la amaba mucho y se abrazaron unos minutos.

 Victoria lloró enternecida y amorosa.  

   El diván del tiempo, como la calabaza de cenicienta, son un hechizo con plazo de caducidad. Solo podemos usarlos por 50 minutos. Le recordé a Victoria que tendríamos que volver, que puede volver a usarlo la próxima semana. 

    Más tarde a Miguel lo acompañe a que abrazara a Miguelito cuando murió su conejo y la madre le había dicho que no llorara que era un bicho nada más. Miguel le dijo a Miguel pequeño que entendía cuando ama a ese animalito y de regalo Miguelito le dio a Miguel un poco de sensibilidad perdida en años y años de ser un hombre serio. 

    Fernanda y yo viajamos un día en el tiempo, porque la Fernanda de ayer había perdido un portafolio y se había dicho a sí misma que se odiaba. Fernanda quería disculparse y decirle a su yo de ayer que entendía que estuviera tan asustada, pero que cuando hablara con su jefa, juntas encontrarían soluciones, que tan pronto como mañana, ya se habrán resuelto muchas de las cosas que en ese momento se veían terribles. 

    El cuarto viaje salió mal. Héctor se quería bajar del diván en medió viaje. Se tapó los ojos, me acusó de ser un mal piloto. 

    El hechizo se rompió y regresamos a la habitación del presente, él furioso, yo tratando de entender ¿Qué hice mal? Se fue jurando no volver y amenazando con poner en redes sociales que soy un fraude. El doctor Aguirre estaría de acuerdo - pensé. 

    Me quedé un rato sentado solo en la habitación, desconcertado, asustado y algo abrumado. En ese momento sentí una mano cálida en el hombro, voltee mi cara y me vi a mi mismo con la barba más blanca y una que otra línea de expresión nueva. Me sonrió. Me puse de pie, lo abrace, no me dijo nada por un tiempo. Luego se sentó junto a mí y al fin dijo - Nachito, hoy en el futuro aprendí a admirar lo mucho que te importa que cada viaje en el tiempo salga bien, tu dolor de hoy para mí es un orgullo, gracias por darle tanto amor a tu tarea porque eso me ha creado a mí, un Ignacio más calmado, más paciente y que a decir verdad, cada vez logra más viajes exitosos, como este espero que lo sea. 

   El hechizo terminó y volví a mi casa pensado, como otras veces, cómo sería si el doctor Aguirre usara alguna vez el diván del tiempo. 


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