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EL DOMADOR: El PROCESO DE CONVERTIRSE EN PSICOTERAPEUTAS (3)

 EL DOMADOR

M. Carlos Ávila Pizzuto


Psicoterapeuta 






El Jinete


Me gusta cuando intentas oler el aire que exhalo.
Me acerco a tu nariz para que de la mía inhales.
Al vaciarme de mí, jalo tu exhalación con aroma a hierba y grano.
Nos conocemos, así, intercambiando aires.

Me acerco a tu ojo y hay un abismo en su centro.
¿Qué ves tú en mi mirada?
Mi mano recorre tu cuello y a veces, cuando hay confianza,
descansas tu enorme cabeza en mi hombro.

Para mí eres un gigante maravilloso,
un ser enigmático, lleno de una sabiduría que traes de no sé dónde,
un generoso ser que consciente de tu fuerza superior
me cuidas, como cuidarías a tu propia cría.

Para ti...
Hasta ahora soy otro como tú.
Otro ser equivalente
Para ti soy un caballo.

Nos hemos conocido como amigos, pero
me pongo mis botas,
me pongo mis acicates,
Tomo el fuete y al hacerlo dejo atrás nuestra amistad.

Me llevas sobre tu lomo y me vuelvo tu domador.
Dejo de vincularme contigo, como haría un gran jinete.
Dejo de hacer equipo contigo, como haría un gran binomio.
Traiciono nuestra amistad y me vuelvo tu tirano.

Un anhelo en mi crece de bajarme y volver a ti.
Sé que terminaré la jornada, descenderé, y volverás a ser mi amigo.
Comerás de mi mano, olerás de mi aliento y descansarás en mi hombro.
Te extraño como amigo cuando soy tu general.

Como extraña un hombre machista a su amada,
como extraña un gerente dominante a sus colegas,
como extraña un presidente el mundo de ser-con-los-otros,
así te extraño cuando te monto.

Amigo, a veces te obligo a ponerte en peligro.
Amigo, a veces ignoro sus lesiones.
Amigo, a veces te empujo cuando ya has dado todo.
Amigo, a veces quieres deshacerte de mí...

Tienes la fuerza para destruirme.
Tienes el instinto para liberarte de mi traición.
Tienes la capacidad de matarme
y si abuso de mi poder, lo harás.

Tu gigantesca tolerancia tiene un límite.
Ojalá aprenda a ser binomio.
Ojalá aprenda ser contigo un centauro.
Ojalá dejemos descansar al domador.


CAP

 
Tengo ganas de compartir mi proceso de irme haciendo psicoterapeuta y no sé, quizá a alguna persona joven que quiera ser psicoterapeuta o una no tan joven pero que igual quiera empezar este camino, mis reflexiones le pueden ayudar. También tengo ganas de ir conociendo las historias de colegas que quieran compartir su camino conmigo y con quienes quieran leernos.

#3

Desde muy chico estuve cerca de los caballos. 

Carlos Ávila Pizzuto en el Campo Marte con Eaggon (1989 aproximadamente)


    Recuerdo que Horacio Padilla Villaseñor, mi anterior terapeuta, me dijo alguna vez, parafraseando, que él no se hizo terapeuta en la Universidad Iberoamericana, ni en ninguno de los Institutos donde realizó su formación sino en la vida, con los otros, dándole vuelo a su pasión. Eso me hizo preguntarme cómo mis historias me han ido haciendo psicoterapeuta.  Mi primera relación larga y apasionante fue con los caballos y aun cuando hace tiempo que no los visito, ellos siguen siendo mis maestros y ayudaron a co-construir al hombre y terapeuta que soy. 

   Aprendí a montar en albardón con Manuel "El Che" Reyes López, un ser humano muy carismático, cantante, poeta, bohemio y un excelente cuanta historias y cuanta chistes; y que como entrenador de equitación traía la escuela ecuestre militar. Toda una combinación. Un romántico de la vida y un general en la cancha ecuestre. Siendo él el primer entrenador de salto en San Luis Potosí, su estilo dejó una huella que perduró por décadas, décadas de trato militar en la cancha y fiesta dura al bajar del caballo con vida. De verlo entrenar aprendí a exigirle a los caballos que hagan lo que quiero que hagan y que si no hacen lo que quiero que hagan, ellos están mal y deben ser castigados. De verlo convivir con los caballos a pie, aprendía a amarlos como amigos. Les hablaba, los cepillaba, los bañaba con ternura. Extraña cosa, exigirle a lo que amas que se someta a ti o castigarle. Yo creo que, si por él hubiera sido, la vida se trataría de jugar con los caballos como amigos, pasear con ellos, dejarlos jugar en el corral, atenderlos en el día y por la noche todo sería cantar, beber y gozar, pero había que ser entrenador y él solo sabía entrenar a gritos y varazos. 




    Cuando he tenido crisis en la vida, me he tratado a punta gritos y varazos ¡Como buscando someterme! Como obligando a mi cuerpo (caballo) a hacer lo que le mando, no como amigo sino como un inferior jerárquico de mí mismo. 

    En mi proceso de formación como terapeuta fui voluntario de Centros de Integración Juvenil (Organismo con financiamiento público y privado para la prevención y atención a las adicciones), cuando estuve ahí tuve una impresión con respecto a la terapia, similar a la de domar al caballo (Adicción). El modelo de intervención no se basaba en comprender los motivos del adicto, su historia y sus relaciones complejas con el mundo, sino en ayudarles a vencer la adicción y tratar de mejorar las relaciones familiares en pocas sesiones. Estando ahí me sentía presionado por desarrollar una manera de trabajar en psicoterapia que diera resultados rápidos y eso a menudo significaba que me pusiera los acicates y el fuete y tratará de domar a mis pacientes a gritos (Gestos de desaprobación) y varazos (críticas, hacerlos sentir culpables, regañarlos por no poder domar su bestia). 

    La presión por desempeño rápido en la psicoterapia es mucha, por motivos prácticos, económicos y sociales hace falta que sea rápido y barato el tratamiento, lo cual motiva a muchos psicoterapeutas a buscar resultados, sacrificando comprensión. A veces, por la prisa y eficacia terminamos traicionando el vínculo de confianza entre cliente y terapeuta para convertirnos superiores jerárquicos que exigen cambios, adaptación, funcionalidad, etcétera. 

     Volviendo a mí, he tenido una adicción fuerte al tabaco y etapas de mi vida con periodos de comer compulsivo y traté de curarme a mí mismo volviendo a mi fuerza de voluntad mi propio domador. Cuando montas un caballo, el caballo puede derribarte relativamente fácil, luchar contra el caballo puede ser peligroso, él es más fuerte... Esa lucha contra la adicción o la compulsión lograba momentos de sometimiento hasta que se cansaba de mi dominio la adicción y la compulsión y me derribaban. Lo mismo pasaba con los usuarios de Centros de Integración Juvenil y lo mismo pasa con quienes hacen regímenes dietéticos muy restrictivos ¡Rebotan! Son derribados...

    Entiendo que Freud veía al "Ello" (lo que no soy yo y actúa en mí) como a un caballo y a la civilización (Superyo) como a un entrenador militar de equitación. El jinete (Yo) tendría que lograr una mediación para que fuera posible cabalgar. Freud supo que eso era un vivir a medias un eterno malestar, pero creo que prefería tener su caballo lo más sometido posible que explorar otro tipo de relación.

   ¿Será posible ser un Centauro? 


     Ken Wilber habla de ir integrando y trascendiendo dimensiones de nuestro desarrollo, esto es más o menos que si bien el mamífero que somos es antecedente evolutivo al humano que somos, el humano no es quien ha superado lo mamífero, sino quien ha incorporado lo mamífero a lo humano. Yo lo entiendo como que hay que ir comprendiendo que lo humano que somos está montado y sostenido sobre el mamífero que le da vida. Los humanos somos animales que han desarrollo conciencia, no una conciencia atrapada en un cuerpo animal. Si es así, la lucha por someter al animal que somos es la lucha por perder nuestra fuerza animal. Decía Nietzsche "Cuidado con querer expulsar tus demonios, no sea que expulses lo mejor de ti." Y quizá cuando estaba tratando de domar mis impulsos, estaba tratando de castrarme, de arrancarme la vida... Y quizá esa falta de vida era lo que alimentaba mi hambre de humo y pastelillos.

   A veces llegan al consultorio personas queriendo someter su sexualidad, se preferencia, sus deseos, su vitalidad, su libertad para civilizarse. Yo los entiendo, quieren domar al caballo. 

   Antes de retirarme de la equitación, tras un montón de caídas, llegó a mis manos un texto que no recuerdo ni nombre ni autor, pero decía fundamentalmente que la equitación podía ser el arte de volver a dos seres uno. Acompasar la respiración, sentir el sentir del caballo, ofrecer seguridad al binomio entrando a un estado de fusión. Nunca llegué a explorarlo porque la mentalidad militar seguía predominando, pero ahora veo mi cuerpo, mis instintos, mis necesidades, mis órganos como amigos que tienen que acompasar su respiración con una búsqueda de civilización, desarrollo, socialización y espiritualidad. No puedo empujar mi cuerpo hacia el bienestar sometiéndolo. No puedo mejorar mi vida luchando con los ajustes que mi organismo ha hecho para sobrevivir como si ellos fueran mis enemigos.

   Soy un sistema complejo y complicado. Verme así, es amarme completo soy un centauro y más.

   Mi cliente es un centauro y más. 

   Trabajar con mi cliente será también un acompasar respiraciones, buscar sentir su sentir, comprender su capacidad y su limitación para moverse. Es un sintonizar. Montserrat de Pablo, mi maestra de terapia corporal, nos repetía mucho en clase que buscáramos una sola respiración con el cliente o paciente. 

   Recuerdo a un paciente que llegó llorando a Centros de Integración Juvenil porque ya no consumía y aún así su mamá lo regañaba, ahora porque no ganaba más dinero. Lo recuerdo diciendo: "¿Qué más tengo que darle si ya le di mi vida?" Lamento no haber tenido el tiempo de preguntarle cómo era su lucha contra su caballo, me hubiera gustado decirle que imaginaba el tamaño de su amor por su madre, me hubiera gustado acompañarlo en su llanto, explorar el vacío de su madre como algo que difícilmente él podría llenar, reconocerle sus enormes esfuerzos y buscar con él maneras de amar que no necesitaran tanto sacrificio. Pero solo le dijimos, que iba bien que no dejara que su tristeza lo devolviera a su adicción porque las drogas matan.

   Antes de cerrar esta entrada quiero decir que las personas que trabajan en Centros de Integración Juvenil cuando yo estaba ahí, eran auténticas guerreras lanzadas a una misión imposible armadas solo de su buena voluntad y a menudo de discursos gastados que les daban para decir, rollos diseñados para asustar al adicto y que llevaban la esperanza de que quizá el miedo los motivara a domar a su adicción. Recuerdo especialmente a la psicóloga Aurea Gava, una mujer de gran temple y vocación, que me ayudaba a llenar mis estadísticas y se encerraba en el cuartito de terapia familiar con el usuario, con padres, madres, hermanas, hermanos y demás parientes que se gritaban, lloraban y trataban de explicar lo complejo de su situación en una hora y ella trataba de comprender, generar acuerdos, buscar alianzas nutricias con familias que seguramente no volverían y que no entenderían porque la doctora en vez de curar a su hijo, les dejaba tareas a ellos. La imagino acicateando a su caballo para entrar a ese cuartito una y otra vez.  

    Hoy, si quiero ser un terapeuta que ayude, trato de recordar darle agua, pastura, juego, actividad y descanso al animalito que me da la vida, mi cuerpo. Y suponer que eso es algo que mis clientes podrían también estar necesitando. Hoy, si quiero ser un terapeuta, trato de darle comprensión a los ajustes que mi organismo ha tenido que hacer para sobrevivir aún cuando ya no sean adecuados para mi bienestar. Y claro, he de suponer que mis clientes agradecerán también mi comprensión.

    Cuando yo y mi caballo encontramos el paso, acompasamos la respiración, nos encontramos como uno, nos sentimos seguros y seguros sabemos actuar mucho mejor de lo que actuamos cuando estamos luchando por desempeño. Cuando mi paciente y yo nos encontramos, nos sentimos seguros y nuestra vida se hace mejor.

    ¿Cuerpo, quieres que intentemos volver a ser amigos? ¿Historia, quieres que intentemos volver a ser amigos? ¿Caballo, quieres respiremos juntos y comer de mi mano una zanahoria?

MI RESUMEN EN VÍDEO:




ESTA SERIE ESTÁ DEDICADA A

IRVIN YALOM




     
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GRACIAS



   

    

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