“Ser
aplastada por amor a la belleza es quizás lo peor que se le puede hacer a una
mujer”
- Clarisa Pinkola
Estés
He tenido la fortuna de trabajar en mi vida principalmente con mujeres. He
escuchado historias de muchas y he llegado a tener una vaga idea de lo puede
significar ser mujer. No puedo saberlo, naci varón y he vivido la vida de un
hombre. No es que haya sido fácil, la vida ha sido para mí muy difícil, en la
adolescencia pensé que sería muy bueno que todas las personas que conocía se
murieran y entonces yo podría hacer mi vida desde el principio con puros
desconocidos que no se hubieran hecho una idea de mi y de lo que podía o no
podía hacer. De muchas formas, siendo hombre, he sido marcado, formado y limitado;
pero nunca he sido mujer.
Hoy quiero escribir inspirado por muchas mujeres, mi esposa, mis
clientas y alumnas pero especialmente por una que ha sido para mí motivo de
gran admiración, la mujer que se busca hoy. Una mujer que desde niña aprendió que
está en la vida para servir, ¿cuántas mujeres no aprendieron eso? Para mi
esposa es cosa de todos los días sentirse culpable por no hacer lo que “debe
hacer” para que los hombres de la casa estemos bien.
La mujer de quien hablo, que es una en especifico y muchas en realidad,
creció esperando poder servir en libertad a su marido, añoraba el momento de
ser una esposa que le diera alegría, cariño, orden, admiración y no sé cuantas
cosas más a su esposo. Y nunca espero que su esposo se fuera a convertir en un
patrón más para ella ¿cuántas mujeres no se casan enamoradas y confiando en ser
amadas y reconocidas y resulta que se topan con hombres que esperaban que ellas
supieran que no iban a ser iguales, que
había terrenos prohibidos para ellas, que debían convertirse en objetos?
Simone de Beauvoir decía que los hombres vuelven objetos a las mujeres.
Muchas mujeres hoy por hoy no se conciben a sí mismas como algo distinto a un
objeto: Un perchero para lucir lindas prendas, un robot limpiador incansable,
una maquina de parir y criar, etc. La mujer de la historia no sabía que el
hombre con que se casaría esperaba que ella supiera que debía ser un objeto.
Ella se olvido de su cansancio, de sus deseos de ser amada, de su gozo por lo
bello para ser una buena ama de llaves y una excelente madre. Hoy escuché a
alguien decir que el trabajo del ama de casa se nota cuando no se hace, cuando
se hace, pasa desapercibido. Ella fue dada por hecho por sus hijos, ignorada y
maltratada por el esposo. No conozco la naturaleza del maltrato pero puede ir
desde golpes; infidelidades descubiertas que luego él negó o minimizo junto con
el dolor que en ella provocaron; acusaciones de ser una enferma mental, tales
como: histérica, neurótica, depresiva, inmadura, bipolar, paranoica o
codependiente; o prohibiciones para experimentar la existencia que todo humano
añora experimentar.
Pero,
se preguntan algunos ¿por qué no se divorcia? ¡Uy! Es tan fácil preguntarse eso
siendo hombre o siendo mujer joven de una cultura liberal, pero hay quienes esa
opción simplemente no la tienen porque no es parte de su cultura; porque no hay
quien las apoye en el proceso; porque sus hijos aman a su padre y con hijos,
nada es tan simple; porque los hombres depredan a las divorciadas como si
fueran carne; porque las amigas le dan la espalda a las divorciadas como si
ellas fueran a depredar a sus esposos; porque los procesos legales son largos,
tormentosos y muchas veces injustos.
He entendido, gracias a escuchar una charla de Marylin Yalom que es muy
fácil pensar que somos libres cuando no se ha sido mujer. Cuando los padres se
esfuerzan tanto por encerrar el impulso sexual de las hijas, cuando las
escuelas hacen tanto por ajustar a las mujeres a roles específicos, cuando la
religiones las han acusado de ser el origen de todo mal, cuando se le han
negado puestos laborales, cuando se les prohíben cosas que a los hombres no se
les prohíben, cuando se les ha pagado menos, cuando se le acusado de enfermas
mentales mucho más que a los hombres ¿cómo puede ser fácil para ellas construir
su vida en libertad? ¡Ah! Pero que prontos hemos sido para juzgarlas de débiles
por soportar el abuso.
La mujer de la historia se está dando cuenta que se está cansanda, sabe
que no podrá ser el objeto dador de alegría que entiende que debe ser. No se
entristece por envejecer, se entristece por no poder dar más y más, por no
poder ser lo que se esperaba de ella. Sus hijos la ven como una vieja
quejumbrosa que no se tomó bien sus medicamentos para la depresión, hacen lo
que pueden porque la maquina vuelva a funcionar como siempre... Sus hijos ven en
su padre la figura de un gran hombre. Los hijos no saben lo que haya ha pasado
ella a lado de él y ella no se los dirá porque le gusta que sus hijos admiren a
su padre. Ella ha decidió parecer débil para cuidar la imagen de un esposo que
nunca la amó y la maltrató constantemente. Sus hijos se preguntan ¿por qué estás
sufriente si tu vida es buena? Ella no sabe que contestar porque decir la
verdad sería revelar el trato del que ella ha sido objeto y porque si se
muestra con problemas y necesitada podría preocupar a sus hijos y eso sería
fallar en ser una gran madre dadora.
La mujer de mi historia tiene muchos rostros y tiene muchas luchas. A
veces se quiere escapar de la opresión
entregándose a la libertad absoluta y muere de terror por ser limitada y sometida de nuevo; a veces se resigna y busca sublimar el sacrificio de su
existencia siendo buena máquina; a veces se adelanta al maltrato externo
poniendo sobre ella misma más exigencia de la pondría el mundo, a ver si así la
dejan en paz los otros y las voces de su historia que tanto le han demandado; a
veces busca su propia voz, busca encontrar espacios que le permitan gestionar
un proyecto personal de vida que encuentre bello y significativo; a veces
puede, a veces no; a veces se coloca en un lugar de aislamiento de todo al
descubrir que el querer vivir, gozar y amar la vuelve un ente raro en la
familia ¿qué habremos hecho con las mujeres que cuando quieren gozar la vida y
crear posibilidades las consideramos raras?
No sé como terminar este papel, creo que no hay un final para esto, pero
sí quiero proponerles a los que se dedican a ayudar a educar o a quienes
quieren ser padres amorosos, a intentar hacer una trasformación de la cultura
¿qué tal que escuchemos con la misma seriedad los pensares y sentires de
hombres y mujeres?¿qué tal que le demos el mismo valor a las voces de nuestras clientas que de
nuestros clientes?, ¿qué tal que veamos la forma de ser del hombre y la mujer
como formas diferentes e igualmente legitimas?, ¿qué tal que dejemos de valorar
la vida de otros desde nuestra perspectiva porque no tenemos, la perspectiva de
otros?, ¿qué tal que nosotros, los hombres, aprendamos a entender el pensar y
el sentir de las mujeres, como un pensar y sentir exactamente igual de valioso
que el nuestro? Yo creo que si hacemos por volver objetos a nuestras compañeras
del viaje por la vida nos perdemos de la riqueza de interconectarnos en la
diferencia. Yo he podio a ver la vida como algo mucho más rica desde que he
aprendió a escuchar y a complementar mi perspectiva con la de las mujeres.
Trabajos citados
Pinkola Estés, C.
(2010). Mujeres que corren con Lobos. México, México: Audiolibros.
Sartre, J.-P. (2003). San Genet. Buenos Aires: Losada.
YALOM, I., YALOM, M., & GONNERMAN, M. (29 de ENERO de 2009). Auroa
Forum Stanford University. Recuperado el 15 de MAYO de 2012, de
http://auroraforum.stanford.edu: http://auroraforum.stanford.edu/files/transcripts/Aurora_Forum_Transcript_Irvin_and_Marilyn_Yalom.012909.pdf
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