Me ha tocado escuchar en el discurso de muchas personas que son padres y madres de familia cierto desencanto al ver que sus hijos siguen modelos culturales o personas que consideran guías inadecuadas para ellas y ellos. Lo han oído ustedes también: "Se comporta como tal o cual artista", "dice cosas que oye en la tele", "le hace más caso a un bloguer que a mí.", Etc.
Le veo algunos problemas a ese discurso, entre ellos: Tiende a promover la prohibición, coloca la crítica en los hijos, favorece el discurso de lo 'mal que está la juventud' y lo peor: no es fácil resolver algo que se origina en otros. Si el problema son 'ellos' no hay solución que dependa de mí.
Yo creo que siempre es inútil el discurso que nos deja como víctimas de otros. Yo prefiero hacer otra cosa, como preguntarme:
- ¿Qué encuentran nuestros hijos en ese espacio en que confían, que no encuentran en nosotros?
- ¿Qué favorece que quieran la guía de alguien que no soy yo o no somos nosotros?
- ¿Soy una persona en la que mis hijos pueden confiar?
- ¿De verdad?
- ¿Soy alguien a quien mis hijos quieren seguir?
- ¿Mi estilo de vida estimula a mis hijos a que me tomen como guía?
Estas preguntas pueden ser duras, nunca es fácil ver si contribuimos a que algo salga mal. De ninguna manera creo que todo lo que hacen los hijos o hijas sea culpa de los padres, es más, me animo a decir que nada es culpa de los padres y de las madres, pero sí adquirimos responsabilidades al momento de elegir ser fundadores de una familia. La diferencia es que efectivamente hay factores externos a la familia que contribuyen a las decisiones de nuestros hijos, incluyendo su criterio y libertad; las acciones educativas de la cultura; la accesibilidad a muchas fuentes de información; que escapan al poder de los padres. También hay carencias como padres y madres que tenemos y que son estilos, valores y formas que aprendimos de nuestras familias de origen sin que fueran necesariamente tan nutricias para nosotros. No tenemos la culpa del todo, pero cuando aceptamos el reto de invitar y lanzar a una nueva vida al mundo, supongo que aceptamos el reto de hacer lo necesario para que su estancia en la tierra sea satisfactoria. Ahí es dónde veo la responsabilidad.
Volvernos padres que guían significa volvernos humanos tan plenos y vivos que otros, incluyendo nuestros hijos, sientan deseo de emularnos. Significa saber escuchar sin juicio para que quieran volver a contarnos; significa reconocer nuestras fallas en vez de ocultarlas en formas de autoritarismo que atentan contra el respeto y el vínculo; significa legitimar nuestros límites para que ellos y ellas comprendan que viven en el mundo con otros; significa ver en ellas y ellos a otros, a personas, no a extensiones de nuestras expectativas, nuestra voluntad y nuestra existencia; significa renunciar con dignidad y sin drama a la propiedad sobre la vida de nuestros hijos; significa celebrar con gozo y sin histeria la vida de persona con hijos.
Los padres y madres podemos ser líderes de nuestros hijos si ellos nos regalan la autoridad para serlo y ese regalo solo se lo darán a quien admiren, respeten y confíen.
Cuando los padres y madres enseñan a sus hijos e hijas a someterse a una jerarquía a la que no respetan, admiran y confían, le enseñan a someterse a otros falsos líderes o a rebelarse de todos siempre, eso en el peor de los casos y en el mejor de los casos a buscar maestros de verdad que les den las bases para vivir felices. Si no vas a ser un buen guía comprende que tiene que buscarlo en alguna parte.
CARLOS ÁVILA PIZZUTO
Más información: Decálogo de los Malos Líderes
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